En Calacalí, al noroeste de Quito, los habitantes mostraron su inconformidad por el Gobierno local y el voto nulo fue mayor que los sufragios a los candidatos
Calacalí (Ecuador) | 14 de agosto de 2023
La pequeña localidad de Calacalí, al noroeste de Quito, se convirtió en la primera de Ecuador donde el votos nulo fue mayor que aquellos para los candidatos al Gobierno local, lo que provocó un terremoto político en el territorio de unos 4.000 habitantes.
El sol del mediodía es capaz de cegar a cualquiera que se atreva a mirar el suelo empedrado de la plaza del pueblo. Se ubica tan cerca de la línea ecuatorial que nada proyecta sombra a esa hora. Justo en el centro, a los pies del primer monumento erigido en conmemoración de la misión geodésica que intentó encontrar la mitad del mundo, tres vecinos admiten que no votan. No es la primera vez que un periodista les pregunta al respecto. Mientras el país se prepara para celebrar unas elecciones adelantadas el 20 de agosto, marcadas por la inseguridad tras el asesinato de Fernando Villavicencio, uno de los candidatos, ellos aún están inmersos en el ambiente de las municipales de febrero pasado.
El ‘pueblito lindo’, como sus vecinos lo apodan, fue el escenario de un desenlace histórico para la democracia del país: el voto nulo superó la suma total de los votos de todos los candidatos para presidir la Junta del Gobierno Autónomo Descentralizado (GAD) parroquial. Las cuatro listas de candidatos, de Centro Democrático, Revolución Ciudadana, Izquierda Democrática y la coalición Va por ti, sumaron 1.806 votos frente a los 1.882 nulos.
El 51% de los votos válidos en Calacalí fue anulado. Una clara victoria por encima del 18% que obtuvo el candidato más votado
El resultado tomó por sorpresa al Consejo Nacional Electoral. El escenario se contemplaba en el artículo 147 del Código de la Democracia, pero no existía jurisprudencia. Más de un mes después, la entidad envió el caso al Tribunal Contencioso Electoral (TCE), que en abril declaró nula la elección y convocó a nuevos comicios para elegir a los vocales de pueblo.
La campaña por el voto nulo fue abanderada por activistas políticos cuando dos listas de aspirantes, del Partido Socialista Ecuatoriano y SUMA, no consiguieron inscribir sus candidaturas, explica uno de los vecinos, Iván Jácome, sentado en una banca afuera de una tienda de víveres cerca de la plaza. El hombre, de 54 años, dice que el voto nulo acabó encontrando respaldo en habitantes sin afiliación política. Junto a él, Gerardo Cumba, de la misma edad, denuncia corrupción en la administración y “mediocridad” entre los candidatos.
Ambos han vivido en Calacalí desde siempre, pero jamás habían visto tanta inconformidad entre los votantes del pueblo. Las críticas a la administración de Eduardo Logaña (Izquierda Democrática), quien aspiraba a la reelección, son variadas. Los vecinos se quejan de la calidad del aire por la minería para materiales de construcción en los alrededores de la parroquia rural. También, algunos reclaman sobre la “falta de empatía” del Gobierno local actual o la poca confianza que los demás candidatos ofrecían.
Diego Mora es uno de los vecinos que declaró ante el tribunal como tercer interesado. Su abuelo, músico, fue un miembro muy activo de la comunidad. Mientras recorre la plaza, señala su foto en una exposición sobre la historia del pueblo. Después de caminar un par de cuadras y hablar sobre el pasado de su familia, señala problemas con el suministro hídrico: “En pleno 2023 se nos acaba el agua. Algo vital, un derecho”, lamenta, ahora sentado en el sótano de uno de los museos más importantes de la localidad: el de Carlota Jaramillo.
El espacio también fue motivo de disputa entre los locales y la Junta. Claudia Oña, quien lo ha dirigido desde hace siete años, explica que se sintió atacada por la administración y algunos de sus propios vecinos. La muestra está dentro de la casa de quien fue la habitante más ilustre de Calacalí: una cantante de pasillos, el género musical nacional de Ecuador. Oña guía a los visitantes en un recorrido por la vida de Jaramillo e interpreta sus canciones.
La mujer se enamoró del museo a través de su pasión por la música. “Cuando fui a visitar la casa por primera vez, no había ni electricidad”, cuenta. Asegura que ha invertido mucho en el lugar para convertirlo en lo que es hoy. Consiguió que la administración conecte el servicio de luz y cubra los costes acumulados del suministro de agua. Sus ganancias vienen del cobro de las entradas, ya que no tiene salario. Compró un sistema de sonido y arregló el sótano con mesas para ofrecer a los visitantes un ‘canelazo’, una bebida caliente típica de la sierra ecuatoriana: “Es mi pasión. Lo he logrado a fuerza de pulso, sin apoyo administrativo. Si seguía sola, no aguantaba, pero mi esposo ha sido un pilar fundamental”.
Cuando inició la administración actual, decidieron que la gestión de la casa saldría de las manos de Oña. “Fue por la presión de músicos locales y de la propia familia de Jaramillo que me quedé aquí”, explica la mujer de 49 años. Con las manos sobre la mesa y un vaso de plástico con ‘canelazo’, lamenta el poco interés que el museo había despertado entre los vecinos hasta que la Junta tomó esa decisión. “Siempre he dicho que los caleños no pagan entrada porque somos los dueños. Aun así, en estos siete años solo han venido unos cuatro o cinco”, lamenta, con la mirada puesta en un centro de mesa con rosas andinas.
En la mesa de al lado, Mora asiente e interviene para repasar la lucha de los ciudadanos por validar los resultados de las elecciones de febrero. Como abogado, se preparó para intervenir ante el tribunal en nombre de su ‘pueblito lindo’. Estudió el caso e hizo una declaración después de recoger 600 firmas entre sus vecinos y solicitar a la jueza que abriera la audiencia a terceros. Su propósito era defender la el voto nulo frente a los candidatos, que abogarían a favor de la victoria del partido más votado o de la anulación parcial.
Esta última posibilidad activó a los habitantes de Calacalí, cuenta Mora. La otra opción era la repetición con los mismos candidatos, algo que este vecino encontraba absurdo: “Insistí ante el tribunal y argumenté que la anulación de la mayoría era una realidad”. Una solución parcial “solo llevaría nuevamente a un resultado nulo o a un aumento en el absentismo”, pese a que en Ecuador votar es, más que un derecho, una obligación. Quien no deposite su voto debe pagar una multa de 45 dólares, el equivalente al 10% de un salario mínimo.
“La anulación de la mayoría era una realidad. Una solución parcial llevaría a otro resultado nulo o a un aumento en el absentismo”
Diego Mora, vecino de Calacalí
Pero Mora también era consciente de que pelear por ese resultado afectaría las vidas de todos los ecuatorianos. Para explicar por qué, pone de ejemplo las elecciones entre el actual presidente, Guillermo Lasso, y Andrés Arauz, entonces candidato del movimiento del expresidente Rafael Correa, Revolución Ciudadana: “Lamentablemente, en las redes sociales algunas personas nos instaban a no votar nulo bajo el argumento del ‘voto útil”.
El TCE pareció comprender el peso histórico de la decisión sobre los comicios del pequeño pueblo. La elección, con nuevas y repetidas candidaturas, se celebrará en octubre. Pero más allá del resultado, el voto nulo de 1.800 caleños brindó una salida democrática a la inconformidad de los ecuatorianos cuando los candidatos no estén a la altura.