Una escuela en Sulaimaniya enseña la famosa música española a los jóvenes de la región del Kurdistán
Sulaimaniya (Iraq) | 24 de abril de 2021
Los cuadros y fotografías que decoran el local transportan a cualquier rincón de Andalucía, región del sur de España donde se originó el flamenco. Carteles de la Feria de Abril, imágenes del famoso cantante Paco de Lucía y todo un mosaico de elementos relacionados con el conocido género musical invaden este lugar de aprendizaje. Los sonidos de la guitarra y el taconeo se escuchan desde fuera del edificio. Es la escuela de flamenco de Sulaimaniya —ciudad del norte de Iraq que no llega al millón de habitantes—, la única donde se enseña este arte en todo el país árabe, aseguran sus fundadores.
Saman Kerim, creador de la academia, muestra orgulloso todo el material que ha recopilado a lo largo de los años. En su despacho guarda como un tesoro decenas de libros de enseñanza del flamenco, partituras de destacados representantes del género, casetes de El Cigala, el disco de Juan Martín La Luna Negra y figuras de mujeres vistiendo trajes tradicionales de la Feria de Sevilla. El docente iraquí, de 49 años, tampoco se olvida de exhibir todos los certificados que tiene de sus aventuras por Turquía y España perfeccionando dicho arte. Del que presume con más satisfacción es el que consiguió durante sus cuatro meses en la Escuela Amor de Dios, un templo de este género de música española situado en pleno centro de Madrid de donde han surgido reconocidos artistas. Allí se consagró a principios de siglo gracias a su profesor, el sevillano Rafael Riqueni, uno de los grandes maestros en la historia de la guitarra flamenca, y del que habla con especial cariño.
Kerim creó la escuela junto a su esposa, la bailarina turca Dilek Akdeniz, hace siete años. En 2007, ambos vivían en Ankara (Turquía), donde abrieron su primer local. “Siempre vimos como un sueño trasladar el flamenco a Sulaimaniya”, explica el docente. En 2013, después de años de aprendizaje y capacitación en este género musical, ambos decidieron probar suerte en la ciudad iraquí. El matrimonio vive prácticamente de este negocio, con la excepción de algunas traducciones ocasionales de libros del turco al kurdo que realiza Kerim. El coronavirus les ha puesto las cosas difíciles, pero ahora mismo cuentan con 15 alumnos a quienes dan cuatro clases al mes por 50 dólares.
Ambos profesionales contagian su entusiasmo cuando hablan de la música española. A pesar de su lejanía con las raíces del género musical, las décadas de estudio y práctica les han brindado un conocimiento y una pasión cruciales para su éxito. “Es un estilo de vida, un concepto de rebelión, de libertad, algo con lo que siempre he estado conectado desde que lo descubrí”, afirma Kerim. Pensativo, gesticula al comparar el sentimiento del flamenco con la sociedad del, a menudo, convulso y conflictivo Oriente Medio. “El flamenco a veces transmite tristeza, a veces alegría. Es como las olas, por eso este sentimiento es muy compatible con Oriente Medio, porque la vida aquí es como una de ellas”, añade.
Es una de las culturas más universales
Akdeniz llega al local y el matrimonio se prepara. Unos minutos de improvisación, con Kerim en la guitarra y la bailarina taconeando, vuelven a causar alboroto en el edificio minutos antes de que irrumpan los alumnos. La artista comenta sonriente que describirá sus sentimientos por este arte en su idioma natal, el turco, ya que considera que tiene que narrar de forma clara su amor por el género. “Con el flamenco me siento conectada a nivel espiritual. Yo estoy en el flamenco y el flamenco está en mí. Amo esta cultura que desarrollé en otra parte del mundo”, argumenta. Akdeniz asegura que para ella este tipo de música es única y que a través de la danza puede expresar tal y como se siente. Sus bailes, cantos, melodías… “Es una de las culturas más universales”, zanja.
“No puedes explicar por qué te gusta. Tienes que sentirlo”
Nechirwan Taimur
El primer estudiante en llegar al lugar es Nechirwan Taimur. Este farmacéutico de 29 años detalla, mientras sujeta su instrumento, que lleva unido a la música desde su infancia. Hace cuatro años decidió que era el momento de aprender a tocar la guitarra clásica. Se enteró por un conocido de la existencia de la escuela. “Desde que toqué la primera pieza de flamenco con Kerim supe que quería seguir con esto. Todavía me queda por aprender. Pienso que son necesarios al menos 10 años para controlarlo”, opina. Taimur luce su destreza con una canción mientras mira de reojo a su maestro, que sonríe y le hace gestos de aprobación. “No puedes explicar por qué te gusta. Tienes que sentirlo”.
Suena el timbre y aparece el joven y tímido Ahmad Alan acompañado de su guitarra. Tiene 15 años y se sumergió en el flamenco hace pocos meses. “Me da mucha energía. Lo escucho en casa y uno de mis favoritos es Paco Peña”, relata el muchacho refiriéndose al famoso guitarrista cordobés. Alan se sienta frente a una partitura y empieza a tocar mientras Kerim le sigue el compás con sus palmas. “Lleva solo tres meses, pero es muy bueno, creo que en un año habrá mejorado mucho. Aprende rápido”, subraya el profesor.
El rincón del flamenco de Sulaimaniya parece ajeno a todos los problemas que enfrenta Iraq. Décadas de guerra, violencia, corrupción y terrorismo yihadista han sumido al país en una perpetua crisis económica acentuada ahora por la pandemia. El aumento del desempleo juvenil y de la tasa de pobreza en la nación ha causado malestar y protestas multitudinarias en los últimos años; todas esas cosas que se olvidan, al menos por unas horas, en este refugio. Los jóvenes cantan y bailan la música española bajo las directrices de dos profesionales y amantes de este arte andaluz. El taconeo y las palmas evaden al pequeño grupo de artistas del caos y la precariedad al ritmo de cualquier tablao del sur de España.
*La realización de este reportaje fue posible gracias al trabajo de Honer Rashid y Eren Arıoğlu, que apoyaron con la traducción de entrevistas en kurdo y turco.