La iniciativa española ReutilizaK reacondiciona equipos informáticos mientras forma a personas que están en riesgo de exclusión social
Madrid | 6 de marzo de 2023
En un contenedor industrial reconvertido en taller se encuentra la sede de un proyecto que busca transformar paradigmas sociales y tecnológicos. ReutilizaK, ubicada en el centro de innovación La Nave, al sur de Madrid, le da una segunda vida a equipos informáticos mientras forma a jóvenes que se encuentran en riesgo de exclusión social.
Rodeado de ordenadores apilados, pantallas acomodadas en hilera y servidores en bloque, Juan Flores, coordinador de la iniciativa, explica que trabajan bajo una línea de recuperación de dispositivos de economía circular y otra de capacitación para estas personas. “También hacemos una labor de concienciación, tanto social como medioambiental, a través de talleres de recuperación de equipos personales y damos educación tecnológica básica”, describe.
ReutilizaK comenzó formalmente hace cuatro años impulsada por la asociación La Kalle, una organización española que brinda apoyo a gente en riesgo de exclusión social desde los ochenta. “En aquel entonces se creó el modelo pionero ‘trabajar en la calle’, que buscaba estar en las calles para brindar educación. Los voluntarios salían y les preguntaban a los chavales [jóvenes] qué querían hacer. Ahí mismo, en los parques o donde estuviera se hablaba con ellos”, cuenta Flores. Ese fue el origen de proyectos de formación en distintos ámbitos como carpintería, comercio o microinformática, y también de esta organización.
“Para conectar con los jóvenes hay que cacharrear con los ordenadores. Cuando trabajas con alguien que viene de rechazar la formación reglada, no le das un libro”
Juan Flores, coordinador de ReutilizaK
Flores se desempeñaba como técnico en microinformática y se encargaba de formar en este ámbito desde 2012. Para realizar las prácticas, los participantes utilizaban equipos donados por algunos centros educativos y empresas: los desarmaban y los reparaban para que los jóvenes pudieran formarse en informática. “Para conectar con los chavales y las chavalas hay que cacharrear con los ordenadores. Cuando trabajas con un joven que viene de rechazar la formación reglada, no le das un libro”. El coordinador detalla que la asociación La Kalle recibe a personas que se alejan de la enseñanza educativa y profesional tradicional, a refugiados que acaban de llegar a España e, incluso, a gente desempleada. “Hacen sus prácticas con nosotros y les ayudamos en la inserción laboral”, añade.
En esta actividad, Flores encuentra una buena oportunidad para trabajar en red y desarrollar su proyecto de economía circular de tecnología. “Teníamos mucho flujo de equipos, todo el mundo nos llamaba y nos preguntaba si podían darnos ordenadores”, relata. La iniciativa fue llevada a MediaLab Prado, un centro cultural del Ayuntamiento de Madrid que funcionó como laboratorio ciudadano de producción, investigación y difusión de proyectos sociales y culturales. “Estar allí nos dio muchísima dimensión y empezamos a interactuar con proyectos de fuera”, narra. A partir de esa experiencia nació ReutilizaK.
Los dispositivos que reparan son puestos de nuevo en circulación, ya sea en venta a través de particulares derivados de otras organizaciones que trabajan con grupos vulnerables o en proyectos que ellos mismos desarrollan. Flores destaca la importancia de controlar la gestión del proceso: “La reutilización tenemos que hacerla desde una conciencia crítica para que el consumo sea más responsable y sean más accesibles las tecnologías. Nosotros captamos a las empresas, les pedimos que lo que ellos no quieran nos lo den y lo transformamos. Así generamos este circuito en el que se acerca la gente que nos derivan y puede comprar un ordenador por 40 euros. O a quien no, se lo donamos”.
Además de reacondicionar equipos, gestionan los residuos de forma gratuita para que no acaben en un cubo de basura o en el mercado opaco, y sean retirados de circulación. Es fundamental, explican, que los dispositivos que ya no son funcionales no sean revendidos como segunda mano, ya que se puede caer en el engaño y eso agranda la brecha digital.
Flores resalta que este problema se hizo más visible con la pandemia en familias que no tenían acceso a un ordenador al que conectarse para trabajar o para estudiar. En ese momento ReutilizaK salió a la ayuda. Al inicio recibían computadoras en su casa que necesitaban reparación. “Esto nos dio visibilidad”, asegura. Más adelante, lanzaron un proyecto para paliar el retraso educativo que se estaba creando con el confinamiento y el cierre de colegios. “Los niños se quedaban sin clase y nosotros teníamos 300 móviles. Así que lanzamos el proyecto MovilízaT-ED, en el que creamos móviles-tablets. Lo que antes era un móvil lo convertimos en tablet. Un equipo de personas, algunas enfocadas en buscar apps que no tuvieran publicidad, nos echaron una mano. Estas aplicaciones eran de matemáticas, de inglés, de lo básico. Otras personas desarrollaron software que interactuaba con los profesores, todo en pleno confinamiento”, cuenta.
La creación de una conciencia social sobre la reparación y la educación tecnológica fue una de las vertientes que han desarrollado en el proyecto en los últimos años. “Nosotros hacemos talleres para familias para enseñar cómo cuidar un ordenador en casa. Otros están dedicados a las mujeres, porque sigue habiendo una importante brecha de género en la tecnología. Para nosotros es importante que una señora llegue a casa con su ordenador, que conozca los sistemas operativos y sepa cómo reparar un equipo”, comenta.
Un camino en la informática
Cuando tenía 16 años, Robert Alexander Vega se sentía perdido. Estaba cursando el bachiller en artes plásticas, pero no tenía ganas de seguir en la escuela ni de trabajar. Lo único que le gustaba era su rutina de salir y pasar el tiempo con sus amigos. Lo describe como “un año malo”. “En ese entonces nunca me había puesto a pensar en lo que me depararía el futuro”, confiesa desde el contenedor industrial reconvertido de ReutilizaK.
Su padre, sin embargo, se empeñó en que su hijo siguiera formándose. Buscó alternativas para que no se quedara parado. Así se topó con la asociación La Kalle, donde daban cursos de informática. Se informó sobre las clases que impartían y lo obligó a participar. “No tenía mucha motivación, pero con el tiempo empezó a gustarme y a llamarme la atención”, dice. Primero escogió un curso de microinformática, luego otro con titulación de nivel 1. Gracias a estos, pudo hacer sus prácticas y trabajar en empresas como Mediamarkt durante algunos meses, donde siguió aprendiendo técnicas de reparación e instalación de equipos. “Esta experiencia me ayudó a centrarme”, cuenta con una sonrisa mientras desarma un dispositivo.
Flores fue uno de los formadores que le ayudó a recuperar sus ganas de trabajar y la curiosidad que siempre había demostrado hacia el mundo de la tecnología. También fue la persona que le dio una oportunidad para seguir adentrándose en este campo. “En junio de 2021 me llamaron para una entrevista de trabajo. Necesitaban a un técnico auxiliar en ReutilizaK y querían a alguien que ellos hubieran formado y con quien ya hubieran trabajado. Por suerte me eligieron a mí”, narra Vega todavía ilusionado.
Pese a que no tiene una rutina establecida y que cada día desarrolla tareas diferentes, se ocupa de clasificar los equipos donados a la asociación, de borrar los datos que puedan incluir o de sustituir y reparar piezas si es necesario. El joven de origen peruano se enfoca sobre todo en hardware, aunque gracias a su trabajo tuvo que aprender y desarrollar habilidades de software y sistemas operativos: “Eso sí fue un pequeño reto”.
“Si a un equipo le falla un componente no significa que lo tengas que tirar: lo puedes sustituir. Se le puede dar una segunda vida”
Robert Alexander Vega, técnico de ReutilizaK
ReutilizaK no fue solo una oportunidad para retomar su vida y descubrir nuevos intereses. También ha sido una manera para implementar un estilo diferente en su día a día. Cuenta que hasta que llegó con ellos solo conocía el punto limpio (instalación donde se recogen y gestionan los residuos en Madrid) y que nunca había visto un proyecto que volviese a poner en circulación los equipos para darle una segundo uso. “Me he dado cuenta de que hay todo un proceso que se puede hacer antes de llevar un dispositivo a reciclar. Si a un equipo le falla un componente, la gente lo lleva a estos puntos y se compra uno nuevo. Pero que falle un componente no significa que lo tengas que tirar: lo puedes sustituir. Se puede dar una segunda vida a estos dispositivos”, opina. Desde que forma parte de la iniciativa, aplica esta filosofía en su cotidianidad, por ejemplo, con la comida. “Si la fruta está pocha, la gente la tira. Yo intento hacer batidos. Trato de no tirar nada”, dice.
Una red para el consumo circular
ReutilizaK no es la única iniciativa dedicada a darle una nueva vida a estos equipos. De hecho, forma parte de una red más amplia llamada Ereuse. David Franquesa, su codirector, explica que su visión es la de un consumo circular de la electrónica que conciencie también a los usuarios a fijarse a la hora de adquirirlos y a utilizar mejor sus equipos. En este ámbito identifica tres vertientes: “Lo primero es comprar equipos que sean durables y reparables, de segunda mano o reacondicionados. Lo segundo es intentar reparar o mejorar los equipos antes de desecharlos. Finalmente, quien quiera deshacerse de ellos, que lo haga de manera responsable, donándolos o vendiéndolos, es decir, tratando de que tengan una segunda vida y que no se conviertan en chatarra”.
La comunidad de Ereuse cuenta con una veintena de empresas: diez en Cataluña, otras siete entre Aragón, Bilbao y Madrid, tres más en Argentina y otras dos que todavía están en el proceso inicial. La red comenzó hace 20 años como un proyecto de la Universidad Politécnica de Cataluña, en Barcelona, bajo el nombre de Programa UPC Reutilitza (reutiliza en catalán). En un inicio, los voluntarios de la institución reparaban y reacondicionaban equipos que les donaban las empresas y centros educativos. Entre 2005 y 2006 se dieron cuenta de un área de oportunidad para hacerlo con otras organizaciones enfocadas en la circularidad.
“Les propusimos reacondicionar ordenadores, de la misma manera que lo haces con unos muebles. Se tuvieron que formar, tuvimos que transferir conocimientos y tecnologías para hacerlo. Así fue como empezamos a apoyar a entidades de la economía social. En 2015 ganamos un proyecto europeo que nos otorgaba fondos y así nació la red de Ereuse”, narra Franquesa, informático de formación que desde que era estudiante siempre estuvo interesado en el aspecto social del desarrollo tecnológico.
Ereuse provee del conocimiento y las certificaciones para que las entidades puedan acercarse a empresas y solicitarles equipos con la garantía de que serán recirculados. “Cada entidad es autónoma y se financia. Una empresa de inserción social normalmente recibe un 30% de subvención, otro 30% viene de la actividad propia o de los servicios que genere y el restante son las entradas por la venta de los equipos”, informa.
El reto es concienciar a las empresas y a los ciudadanos sobre la cultura de la recirculación y reparación de equipos que se viene desarrollando desde hace unos años en Europa. “Hay políticas que están avanzando en ese sentido, como el derecho a reparar y la creación de un índice europeo que ayude al consumidor a comprar durable. Quizá pagues unos pocos euros más, pero ese equipo te valga el doble. Se debe poder saber la durabilidad esperada del producto, si va a quedar obsoleto pronto y ver la trayectoria del fabricante”, explica.
Franquesa resalta que hay iniciativas de otros países que vale la pena replicar, como el fondo solidario para la reutilización en Francia, en vigor desde 2022, en el que hasta el 5% de los impuestos recaudados a través de los planes de responsabilidad del productor son usados para financiar actividades de empresas sociales en el ramo. “Reparar tu móvil [celular] vale 50 euros, pero te puedes comprar uno nuevo por 70. El fondo busca sufragar parte del coste. Entonces a ti te costará 20 y el resto lo cubre esta iniciativa”, señala.
Trabajar desde lo local en red
La idea que sostiene a la red Ereuse es la de fomentar el trabajo que hacen las empresas y las organizaciones reacondicionadoras desde el sitio donde se encuentran y mantener las conexiones entre ellas. Es decir, impulsar el trabajo local que se realiza en Madrid, en Cataluña o incluso en Argentina, pero siempre compartiendo aspectos entre cada entidad, desde conocimientos hasta los equipos que se necesitan limpiar o reparar. Franquesa los llama “circuitos” y pone un ejemplo: “Si una organización tiene un convenio con un ayuntamiento que le dona 1.000 ordenadores, por sí sola no puede procesar esa cantidad, pero se puede poner en contacto con otra empresa de la red y los reparte”.
Esta forma de trabajar también pretende impulsar un cambio de mentalidad en la forma de procesar residuos tecnológicos. “En España, la mayoría de los equipos que dejan de funcionar son exportados a Europa del Este, donde el coste de reparación y la mano de obra es menor. Hacerlo local es la visión de Ereuse, que cada ciudad de 10.000 habitantes tenga reacondicionadoras que puedan procesar los dispositivos de las empresas del entorno, administraciones públicas y centros educativos”, considera Franquesa.
En el taller de ReutilizaK tienen una pared repleta de servidores, otra de CPU, de ordenadores y de pantallas. No es una decoración inmersiva de su trabajo diario, sino el testimonio del crecimiento que han alcanzado. “A finales de 2021 llegamos a coger 1.500 equipos en un día”, cuenta Flores, y añade: “Afortunadamente, tenemos una capacidad grande porque trabajamos en red y mandamos varios a Barcelona y a otros proyectos”.
La ubicación también cuenta. El estar acogidos sin coste dentro de La Nave, gracias a un apoyo por parte del Ayuntamiento de Madrid para proyectos sociales de innovación y emprendimiento, ha supuesto un impulso grande para ReutilizaK. No solo por la labor que realizan dentro de su taller, sino también por las conexiones que han generado con otras entidades para trabajar en temas como la reducción de la brecha digital en grupos vulnerables.
El público de ReutilizaK es el que llega de los programas sociales, detalla Flores, aunque en los últimos meses ha habido un incremento también de los clientes más “concienciados”: “No queremos pensar que la gente viene a pedirnos un ordenador porque es más barato. Creemos que hay más conciencia medioambiental y voluntad de apoyar una iniciativa como la nuestra”. Es así como la tecnología encuentra una segunda vida, se reducen los desechos de equipos y los jóvenes encuentran un lugar donde formarse para su futuro.