Bond Brothers, fundado en 2019, tiene su propio local en Bagdad desde hace unos meses y ya ha extendido su marca a países como España, Holanda o Chile, algo insólito en la región
Bagdad | 9 de agosto de 2021
Los rugidos de las motos clásicas inundan el local cada vez que alguien acude a la cita. Llegan en sus Hondas modelo Shadow o Steed, de más de 400 caballos de potencia, completamente vestidos de negro. Aparcan sus vehículos en la puerta, uno al lado del otro, formando una especie de escudo alrededor del lugar. El ritual continúa al entrar con un saludo efusivo, entre el humo de los cigarros y los vapeadores que fuman los presentes. Podría ser cualquier establecimiento de motoristas en California, pero es en Iraq: son los Bond Brothers, el club dueño del negocio.
Se fundó en octubre de 2019, en Bagdad, la capital del país, cuando varios amigos aficionados a las dos ruedas decidieron unirse para disfrutar del hobby que comparten. A pesar de las complicaciones para hacer actividades debido a las restricciones por la covid-19, impuestas prácticamente desde sus inicios, Bond Brothers ya cuenta con más de 100 miembros en la nación. Además, es el primer club de motociclistas de todo Oriente Medio en expandirse más allá de las fronteras de la región, a países como España, Holanda o Chile, aseguran sus fundadores. Los miembros no esconden las dificultades para llevar este estilo de vida en una sociedad como iraquí, pero sí aseguran tener una regla principal dentro del grupo: “Prohibido hablar de política y de religión”.
Lealtad, respeto y honor. Esta es la filosofía de Bond Brothers, afirma el secretario general y uno de los fundadores, Anas, conocido también como ‘Wild’. Este motociclista que vive en el barrio de Dora, en Bagdad, trabajó como intérprete con la coalición internacional contra el Estado Islámico. Ahora, es guardaespaldas y cuando saca tiempo se encarga del área de comunicación del grupo. Anas comenta en el bar del colectivo, situado en la conocida calle Palestina y abierto hace solo tres meses, las reglas principales para ingresar al club, ante la atenta mirada de una decena de motoristas que hay en el local.
“El aspirante debe tener al menos 20 años, una moto clásica, saber conducir muy bien, ya que le hacemos una prueba, y tener buena reputación”, detalla. Esta, asegura Anas, la comprueban antes con una entrevista a los candidatos y yendo a sus barrios a preguntar a la gente sobre la vida de los solicitantes. Una vez que cumplen los requisitos, los futuros integrantes reciben una chaqueta negra, pero sin insignias. A partir de este momento comienzan seis meses de prueba para demostrar la lealtad de los candidatos. Después de ese periodo, si todo ha ido bien, reciben su prenda oficial con todos los parches y pasan a ser oficialmente un Bond Brother.
El local comienza a llenarse. Los motoristas beben té, café o una bebida energética “a la mexicana”, con sal alrededor del vaso como si fuera una famosa michelada. Todo se detiene cuando llega ‘The Monster’, vicepresidente del club, un hombre de más de metro noventa, barba larga, gorra, tatuajes y cara de no reírse a menudo.
Tras el saludo protocolario, Moa, de 21 años, se une a la conversación. Este joven trabaja en un taller de coches y su sueño siempre fue unirse a un club de motociclistas. Habla tanto de la famosa serie televisiva Sons of Anarchy como de los problemas que enfrentó con su padre cuando decidió unirse a Bond Brothers. “Al principio no lo aceptaba, pero cuando vio que éramos un grupo de amigos, que ayudamos a niños huérfanos y a personas mayores, le pareció bien. Es normal, los motoristas en el mundo tienen una mala reputación, como si todos fuéramos mafias o bandas. Es verdad que muchos clubes funcionan así, pero nosotros no tenemos nada que ver con eso”, destaca.
La mala fama de los motociclistas en el mundo también impacta en un país como Iraq. Por ello, subraya Moa, sus fundadores han estado entregando prácticamente desde sus inicios ropa, alimentos o dinero que desde el club aportan para ayudar a las personas necesitadas. Anas y Moa recuerdan con algo de nostalgia los primeros viajes emprendidos por el grupo. Nacieron en medio de una pandemia y de una oleada de protestas en el país pero, según apuntan, el impacto del virus les afectó más tarde.
Sus primeros trayectos fueron a Sulaimaniya o Serbatia, cerca de la frontera con Irán. Más de un centenar de motocliclistas se reunían a las cuatro de la mañana en Bagdad para comenzar su travesía por las, a menudo, complicadas carreteras iraquíes. “Eran días de gloria. Llegábamos de noche, después de un largo trayecto en moto. Preparábamos el camping y hacíamos una buena barbacoa para terminar todos hablando de nuestras cosas, como una familia”, les comenta emocionado Moa.
El joven menciona que uno de los puntos imprescindibles para el buen funcionamiento de la asociación es su falta de prejuicios. “Nos da igual si eres cristiano, kurdo, chií, suní o ateo. Lo importante es que seas una buena persona y que demuestres que de verdad eres un Bond Brother”, añade el miembro del club. Esto, en un país normalmente golpeado por el sectarismo como Iraq, es una de las normas más importantes, según explican sus fundadores.
Ambos destacan las dificultades cada vez que quieren salir de viaje. Iraq es un país repleto de controles de policía, tanto dentro de las ciudades como en la carretera. En cuanto los soldados ven a un grupo de más de un centenar de motoristas acercándose a los retenes, saltan las alarmas y a menudo, según cuentan, es un largo tiempo de espera hasta que todos son inspeccionados. “No tenemos la libertad que muchos tienen en otros países para hacer largos trayectos en moto. Las carreteras no son buenas y cada poco tiempo tienes que pararte en un control. Muchas de nuestras motos quizás no estén registradas y ahí es cuando comienzan los problemas”, afirma Anas. La estrategia de los jefes en las últimas salidas consiste en ponerse en contacto con las autoridades y avisar del plan de viaje para que los soldados estén al tanto y todo sea más sencillo.
El joven Mustafa llega al local con su Honda Steed y luce una chaqueta sin insignias. Tiene 20 años y está en el periodo de prueba para ser un verdadero Bond Brother. Aún está en la escuela superior, pero asevera que en cuanto la termine quiere ser piloto de aviones. Siempre quiso pertenecer a un grupo de motociclistas y ya con 19 años se puso en contacto con Bond Brothers para unirse, pero la edad no se lo permitía. “Me encanta la filosofía del club, no hay ninguno similar en Iraq. Ya son como mi familia. También tuve problemas con mi padre, ya que pensaba que eran una banda de mafiosos, pero cuando vio lo que hacemos realmente terminó aceptándolo”, afirma entre risas.
Anas toma la palabra; Moa, “The Monster”, Mustafa, el encargado de la seguridad del grupo Hussan y todos los presentes asienten. “Esto es como un estilo de vida, un estilo militar. Somos hermanos de verdad, no todo se queda en los eventos o viajes que hacemos. Tenemos mucha confianza entre nosotros y nos preocupamos de todo. Si alguien está mal, vamos a visitarlo; si alguien tiene un accidente, vamos al hospital. Biológicamente tengo un hermano, pero en realidad aquí tengo centenares”, sostiene.
Todos están de acuerdo en que no es fácil ser motociclista en un país tan conservador y que afronta tantos problemas como Iraq. Guerras, terrorismo o milicias complican a menudo los planes de este grupo. Una sociedad tribal y religiosa no suele ver de forma positiva a un grupo de motoristas rudos, musculosos, tatuados y con grandes vehículos clásicos, aunque tanto Anas como Moa discrepan en este punto. “Muchos piensan mal, pero en realidad cuando ven a un grupo enorme, haciendo ruido con las motos y con nuestras chaquetas, al ser algo poco habitual, la gente alucina. Nos hacen vídeos, fotos e incluso mucha gente viene a hacerse selfies, como si fuéramos famosos”.