Guissona es el único municipio de Cataluña con más extranjeros que nacionales, muchos ligados a la industria alimentaria
Guissona (España) | 17 de abril de 2021
Una mujer camina con su bebé por el centro de Guissona (Lérida). El sonido de sus pasos por la acera es el único ruido que da vida a una calle que a simple vista se asemeja a la de cualquier pueblo de Cataluña (noreste de España). Si se presta atención, algunos detalles saltan a la vista. Una bandera de Bulgaria ondea en un balcón. Tres personas platican en un idioma que parece ucraniano. Un bar tiene un cartel que pide donaciones para Mali. Esta localidad rural es el único municipio de la región donde los residentes extranjeros superan a los autóctonos. Una especie de pequeña ONU donde conviven 58 nacionalidades, muchas ligadas a la industria alimentaria de bonÀrea: un grupo empresarial que emplea a centenares de inmigrantes procedentes, sobre todo, de África y Europa del Este.
“Si hay trabajo no hay problemas”. Esa es la idea que comparten algunos vecinos de la localidad. Guissona ha tenido un enorme crecimiento en las dos últimas décadas. Su población se ha duplicado, pero también diversificado. Ahora tiene 7.248 habitantes y el 52,25% son extranjeros, según el Instituto de Estadística de Cataluña (Idescat).
El director de recursos humanos de bonÀrea, Antonio Condal, explica que en 2002 no encontraban personal nacional para su ramo de producción cárnica, así que optaron por buscarlo fuera de España. “Cada año necesitamos dos centenares de empleados”, describe. Condal asegura que los capacitan en idiomas, que les facilitan hogares con alquileres accesibles y que fomentan actividades culturales y deportivas entre todos. Además, defiende que el 90% de los trabajadores (4.327 en total, según datos de 2020) tiene una contratación fija, y que los apoyan con trámites como los permisos de trabajo y residencia.
Pape Fall, de 40 años, convive con vecinos rumanos y ucranianos, los dos colectivos con mayor presencia en bonÀrea (22,7% entre ambos). En las noches, cuando muchos se van a dormir, este técnico de mantenimiento apenas inicia su jornada. A pesar de su complejo horario, el senegalés preside la organización de su comunidad en el pueblo, con la que promueve y comparte la cultura de su país. “No es fácil. Pero hay que trabajar porque si cada uno se queda en el rincón de su casa no conoce a los otros”, apunta Fall. La tarea de la cohesión también está en manos de los vecinos.
El temor de Guissona es crecer más rápido de lo que está preparada para afrontar
En el municipio viven personas que emigraron de adultos, pero también de niños. Irina Valtes tiene 28 años, pero lleva más de la mitad de su vida en Guissona. La joven rumana se mudó con sus padres. Ahora, los tres son empleados de bonÀrea. Salió del pueblo y estudió la universidad en Lérida, pero una oferta laboral la convenció de regresar a su hogar. Valtes menciona que primero le hicieron un contrato temporal de tres meses para un proyecto, pero añade que tiempo después entró a trabajar de forma permanente en el departamento de Gestoría. “Normalmente, los fines de semana intento salir un poco de aquí. Es pequeño y todos nos conocemos, al menos de vista”, detalla.
Los retos del municipio
En las elecciones municipales de 2019, al contrario que ocurrió en otras localidades con gran inmigración, el discurso de la extrema derecha de Vox —que irrumpió por primera vez en el Congreso de los Diputados de España hace dos años— no permeó en este sitio. La fuerza más votada fue el partido independentista Junts Per Catalunya.
El alcalde de Guissona, Jaume Ars, atribuye esto a la amplia oferta de trabajo que hay y al bajo número de personas desempleadas (196, de media anual en 2020), según Idescat. “La población está integrada”, asevera el regidor, cuya intención es crear una mesa de interculturalidad que refuerce las tareas de acogida de extranjeros. A pesar de ello, Ars comenta que tienen problemas para satisfacer las demandas de vivienda y de atención médica “debido al aumento de los habitantes y a la falta de recursos”. “Fácil no ha sido, pero difícil tampoco. La labor de la adaptación la hacemos. Queremos ir a más”, expone.
Se prevé que el sector alimentario siga generando empleos y atrayendo a extranjeros. Es el temor de Guissona: crecer más rápido de lo que están preparados para afrontar.