El fútbol es uno de los deportes más practicados entre los pueblos originarios, pero la falta de oportunidades e infraestructura complica su práctica
Oaxtepec (México) | 30 de noviembre de 2022
Posición por posición, Juan Ruiz elige cuidadosamente a cada uno de los jugadores de su equipo. El entrenador, originario de la ciudad de Ocosingo, y sus pupilos, todos de entre 18 y 23 años, son de origen tzeltal, uno de los 14 pueblos indígenas de Chiapas, en el sureste de México. El equipo logró alzarse con el tercer lugar en el Encuentro Nacional Deportivo Indígena, que se llevó a cabo en Oaxtepec (Morelos), entre septiembre y octubre. En el torneo de fútbol siete, donde representaron a su estado, cayeron en semifinales contra el combinado sinaloense. A pesar de no haber logrado el oro, el seleccionador se muestra orgulloso de sus muchachos y saca pecho: “Hemos tenido que superar demasiados obstáculos para llegar hasta acá. Para muchos de estos jóvenes no es sencillo poder entrenar al fútbol. A todos y cada uno de ellos les sobran méritos”.
Para Ruiz, conformar un representativo tzeltal ha sido toda una hazaña. El equipo entrena en Ocosingo, al este de Chiapas. Sin embargo, muchos de sus jugadores no pueden acudir a la mayoría de los entrenamientos. “Me dicen que no tienen para su pasaje o que no pueden conseguir los uniformes. Hay otros que deben trabajar para aportar dinero a sus familias. Yo trato de apoyarlos. A veces mandamos coches para que los recojan en sus rancherías y conseguimos patrocinadores que nos regalen los uniformes”, asegura.
Algunos de los jugadores viven en comunidades como Pamala o Balxte, a más de 30 kilómetros de Ocosingo y una hora en automóvil. Hay incluso futbolistas que vienen desde un lejano poblado conocido coloquialmente como ranchería El Basurero, ya que ahí se depositan los residuos de diferentes municipios de la zona oriental de Chiapas.
En estos asentamientos, la práctica del fútbol es algo habitual, a pesar de deficiencias como la falta de luz, drenaje o terrenos llanos donde montar una cancha improvisada. “Gusta mucho este deporte, pero hay pocas oportunidades para jugarlo. Los jóvenes de estos poblados hacen espacio hasta en los potreros para poder patear un poco la pelota”, sentencia Ruiz.
En México, no existe un diagnóstico de cuántas personas indígenas practican el fútbol, ya que se juega a un nivel amateur. Hasta la fecha, los casos de representantes de pueblos originarios —o con ascendencia— en las filas de equipos de primera división son contados.
“Hemos tenido que superar demasiados obstáculos para llegar hasta acá. A todos y cada uno de ellos les sobran méritos”
Juan Ruiz, entrenador de futbol de origen tzeltal
Ana Claudia Collado, presidenta de la Federación Mexicana de Juegos y Deportes Autóctonos y Tradicionales (FMJDAT), explica que, aunque el país es un territorio multicultural, las comunidades indígenas siempre han estado excluidas del profesionalismo. “La negación de una ciudadanía deportiva dentro de las poblaciones indígenas es un problema en toda América Latina. Hay un arraigo cultural muy importante con el fútbol y otros deportes dentro de estas comunidades, sin embargo, no hay un desarrollo ni un objetivo particular para que exista una infraestructura deportiva adecuada”, describe.
En septiembre de 2021, el pleno del Senado mexicano aprobó un decreto de ley para fomentar el desarrollo de la actividad y cultura física entre los integrantes de estas comunidades. A las autoridades deportivas se les encomendó la tarea de formular, impulsar y ejecutar políticas públicas destinadas a la cultura en este ámbito. Collado considera que, a pesar de que se han impulsado eventos como el Encuentro Nacional Deportivo Indígena, aún falta “voluntad política” para satisfacer esta y muchas otras necesidades de los pueblos originarios.
La dirigente del FMJDAT explica: “Se debe trabajar mucho en el derecho fundamental del deporte para todos. Los obstáculos que se tienen son muchos. Hay programas dirigidos. Sin embargo, muchas veces no hay los avances suficientes en esa materia porque las necesidades en comunidades indígenas son otras. Necesidades primarias como la salud, la alimentación y la educación. Ante estas, la actividad física queda en segundo plano”.
La preservación de las costumbres
Ezau Cárdenas, originario del municipio de Rafael Delgado (Veracruz), es otro de los entrenadores que formaron un equipo para participar en el certamen nacional. Integrado por miembros de comunidades náhuatl, el combinado logró colgarse el oro después de vencer 2-0 a la escuadra sinaloense. Cárdenas opina que el nivel de juego en su territorio es muy alto, pero cree también que las oportunidades de participar en diferentes torneos nacionales resultan escasas. Para él, los jugadores de grandes ciudades, con acceso a “más comodidades y mejores entrenamientos”, son los que suelen representar al estado.
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El entrenador veracruzano, además de buscar el desarrollo físico y deportivo de sus jugadores, también lucha por preservar la cultura náhuatl. “Ya es raro en nuestro municipio ver los trajes tradicionales o escuchar la lengua. En nuestros entrenamientos tratamos de usar palabras en náhuatl como ximapuraro, que significa apúrate, kemaj, que significa sí, o takatzi, que significa cállate”, explica Cárdenas.
La preservación de las diferentes costumbres indígenas constituye uno de los principales objetivos de la FMJDAT, además del fomento deportivo. A través de la organización de torneos, capacitaciones, certificaciones y conferencias, buscan darle impulso a juegos y deportes de los pueblos originarios. De entre los eventos que auspician, el más importante es precisamente el Encuentro Nacional Deportivo Indígena.
Desde hace más de 25 años, este evento reúne a cientos de atletas de todo el territorio mexicano, especializados en disciplinas como básquetbol, fútbol, atletismo y voleibol. En el encuentro destaca la presencia de deportes como la pelota purépecha, una antigua práctica originaria del estado de Michoacán y que comparte elementos con el hockey sobre hierba.
La última edición congregó a más de 600 deportistas de 15 estados. Para ellos, las 39 medallas que entrega la FMJDAT no es el único objetivo. Con suerte, el evento será un escaparate en su camino por hacerse un hueco o conseguir una oportunidad profesional.