El ‘nüshu’, un sistema de escritura exclusivamente femenino, se empleaba en el sureste del país para quejarse de la vida en la sociedad patriarcal de la doctrina confuciana
Roma | 14 de noviembre de 2022
Los grandes descubrimientos suelen producirse por casualidad. En 1982, el entonces joven académico Gong Zhebing se embarcó en un viaje por el sureste de China para investigar a los grupos étnicos de la zona. Un funcionario del Partido Comunista le contó que su tía, originaria de Jiangyong (provincia de Hunan), se comunicaba con sus amigas en nüshu, una escritura inventada por las mujeres para compensar la falta de acceso a la educación y las dificultades de la vida. Al llegar, el estudioso se dio cuenta de que casi había caído en desuso: muchas jóvenes ya no lo necesitaban, pues podían estudiar el chino estándar. Además, la Revolución Cultural de Mao Zedong (1966-1976) lo prohibió por considerarlo una “lengua de brujas” y una expresión del pasado feudal. Su incomprensión incluso llegó a generar teorías de que funcionaba como un código secreto para el espionaje internacional.
Gong fue el primero de varios lingüistas, antropólogos y académicos que ayudaron a salvarlo del olvido. Giulia Falcini, que ha publicado un libro sobre el tema y ha comisariado una exposición en Venecia tras varios viajes de estudio a Hunan, considera que su definición más adecuada es “fenómeno cultural”, como algunos prefieren llamarlo.
“El nüshu es definitivamente un sistema de escritura porque sus caracteres se crearon desde cero, pero no se considera un idioma al cien por cien ya que el aspecto fonético procede de los dialectos locales. Un fenómeno cultural es la definición más adecuada: si se limitara a la mera escritura se perdería todo un mundo de tradiciones, lazos y costumbres, que forman parte intrínseca de la vida de las mujeres de esta zona de China”, describe.
Los pocos testimonios escritos que se conservan dan una imagen profunda e íntima de la condición de las mujeres en la sociedad androcéntrica de los siglos XVIII y XIX, donde había una visión del mundo y las relaciones centrada en el punto de vista masculino.
De niñas se les obligaba a someterse a la práctica de vendarse los pies: eran reducidos a una longitud de entre 7 y 12 centímetros para conseguir la medida que se ajustaba a los cánones estéticos de la época. En las distintas etapas de su vida debían obedecer a sus padres como hijas, a sus maridos como esposas y a sus hijos como madres (las tres obediencias). Pero los preceptos confucianos también las obligaban a ser “castas y dóciles, virtuosas en sus acciones, tranquilas y agradables en sus palabras, finas y mesuradas en sus movimientos, perfectas en la artesanía y el bordado” (las cuatro virtudes).
El nüshu, que significa literalmente escritura femenina, fungió como válvula de escape y facilitó la creación de una “comunidad de sentimientos”, como la define Liu Fei-Wen, antropóloga de la Academia Sinica de Taipei. Al escribirlo, se podían quejar de las injusticias del sistema o maldecir la propia existencia libremente. Los hombres lo conocían, pero no le causaba ningún interés, aunque era la transcripción fonética de los dialectos locales. Solo podían entender las palabras mediante el canto, una expresión oral del sistema. “Aunque muchas mujeres de Jiangyong no sabían escribir en nüshu, podían recitar los textos cantando, lo que a menudo ayudaba a reconstruir el patrimonio literario perdido”, explica.
Los testimonios conservados dan una imagen de la condición de las mujeres en la sociedad androcéntrica de los siglos XVIII y XIX
Algunas teorías hablan de un empeoramiento de la condición de la mujer a partir de la migración norte-sur de los Han, el principal grupo étnico de China. La mezcla con uno de los grupos preexistentes, los Yao, convirtió a Jiangyong en una encrucijada multicultural alimentada por numerosos matrimonios. El nüshu es el resultado de este diálogo, de la conexión entre mujeres y de la puesta en común de los problemas del género femenino.
Las tradiciones antiguas
Llegar a la edad adecuada para casarse, alrededor de los 15 años, era una gran fuente de preocupación. Significaba renunciar a la juventud, dejar la aldea y trasladarse a la del marido, un forastero elegido de común acuerdo por las familias. Con el inicio de la vida en pareja, la esposa abandonaba las fiestas femeninas: se dedicaba a actividades como el bordado y cumplía su papel en el sistema patriarcal. La muerte del hombre no ofrecía ninguna escapatoria, ya que la viuda solía suicidarse y seguirle en la otra vida, una elección que era muy apreciada socialmente y daba lustre y reconocimiento a sus allegados.
La práctica estaba tan extendida que la dinastía Qing (1644-1911) tuvo que introducir la prohibición del suicidio y el delito de incitación al suicidio. En raros casos, la mujer se hacía cicatrices en la cara para hacerse menos atractiva y seguir siendo fiel a su difunto esposo.
La minoría eslavo-italiana que lucha por salvar su idioma
Para sobrevivir a este escenario, afortunadamente, la tradición les proporcionó algunos hombros en los que apoyarse desde la infancia. Después del vendaje de pies, a las niñas se les asignaba una laotong, una especie de hermana con la que podían establecer una afinidad espiritual y emocional. La búsqueda se dejaba en manos de las mediadoras, mujeres de mediana edad cuya tarea era encontrar una pareja nacida el mismo día, mes y año. En ese momento, una de las chicas escribía una propuesta de unión en un abanico, uno de los objetos más usados en el mundo del nüshu, que no siempre era aceptado.
El vínculo duraría toda la vida y ofrecería consuelo en los momentos más oscuros. De esto habló el director Wayne Wang en su película El abanico secreto (2011), basada en la novela Flor de nieve y el abanico secreto (2005) de Lisa See, que trata la historia de dos amigas en el siglo XIX. Cuando salen del pueblo, intercambian mensajes en abanicos y la relación parece adquirir tintes casi homosexuales, aunque no hay referencias históricas de ello.
La laotong era única e irrepetible, un apoyo esencial para el bienestar psicológico de ambas partes. Casi ninguna otra relación podía aspirar al nivel de profundidad de esta unión, pero se contemplaban otros tipos de vínculos. En el caso de las “hermanas juradas” (jiebai zimei), se adoptaba un lazo que a menudo se asemejaba al existente entre maestro y alumnas, no necesariamente nacidos en el mismo año y no era obligatorio que durara para toda la vida. También estaba el “invitado de paso” (xingké), una relación con una chica de otra aldea que se iniciaba solo si se disolvía el lazo con una hermana jurada anterior.
Junto a ellas, los seres queridos ayudaban a la futura esposa en la transición hacia el matrimonio. En los tres días anteriores a la ceremonia, el nüshu acudía al rescate en diferentes etapas de los rituales tradicionales. En la “sala del canto sentado” (zuogetang) se entonaban las “canciones de sufrimiento” (kuge), que constaban de cuatro fases, la última con la participación de todos los familiares. Las amigas solteras pasaban el día y la noche con la novia charlando, escribiendo y bordando, en uno de los últimos momentos antes de la oscuridad nupcial donde se permitía confesar temores e incertidumbres. La madrina, casi siempre la madre de la mujer, iniciaba los cantos sentada en el tercer escalón de la escalera que conducía a su habitación y era acompañada en sus lamentos por las amigas de su hija.
La “novia roja”, llamada así por el color de su vestido, bajaba finalmente la escalera, marcando el paso de la infancia hacia la edad adulta. Tres días después de la boda, recibiría el regalo más importante de la literatura nüshu: el Libro del tercer día (Sanzhaoshu). Sus conocidos rellenaban las primeras páginas y dejaban en blanco las demás, como si se tratara de una especie de diario en el que se recogerían los futuros pensamientos y acontecimientos de la protagonista. Aunque era una herramienta útil para expresar la miseria y la desesperación, también se convertía en un vedemécum que unía a ambas familias de la pareja y ofrecía a la nueva esposa algunos consejos prácticos.
La familia de origen aprovechaba la ocasión para presentarse a la familia de ellos y dejaba mensajes de compasión para su hija. Se le indicaba cómo debía comportarse para encarnar el ideal de perfecta esposa confuciana, y se pedía a su suegra que corrigiera cualquier mal comportamiento, como se lee en una de las principales canciones, La etiqueta de la hija:
Sé amable con todo el mundo y no hables nunca de más, no repliques a lo que se te dice. No seas testaruda, admite siempre tus errores, habla solo cuando te pregunten, no intervengas cuando no es necesario.
Las visitas a los templos eran una de las pocas oportunidades de salir de casa. Allí, intercambiaban mensajes impregnados de desesperación y dejaban oraciones para las diosas Gunyin, Mazu y Niangniang, que simbolizaban la fertilidad. En muchos de los textos restantes se encuentran referencias al suicidio y peticiones para renacer como hombre en una vida futura. Yi Nianhua, una de las últimas herederas del nüshu, relató así su tristeza:
Con todo mi corazón, solo quiero el camino a las fuentes amarillas del más allá, no quiero seguir mi destino en este mundo. Aun así, espero que Niangniang me aprecie, ¡Niangniang, dame la bienvenida pronto! ¿Por qué no me hiciste un hombre? Todo lo que he conseguido es el mismo destino que mi madre.
Los elementos del ‘nüshu’
Gran parte del corpus literario se ha perdido. En 2012, Wilt Idema, sinólogo de Harvard, hablaba de unos 500 textos. Además de la quema de oraciones para que alcanzaran a las diosas en el cielo, una vez fallecidas eran enterradas con sus posesiones, como abanicos, cinturones y libros para seguir disfrutándolos en la otra vida. El primer artefacto nüshu encontrado data del periodo del Reino Celestial de la Gran Paz (1851-1864), que había introducido importantes reformas y políticas en favor de la igualdad de género. En una moneda de bronce se lee: “Todas las mujeres del mundo pertenecen a la misma familia”.
Entre las primeras personas que intentaron proteger el patrimonio escrito se encuentra paradójicamente un hombre, Zhou Shuoyi, que conoció el fenómeno en los cincuenta por el marido de su tía, que procedía de un pueblo donde las mujeres se comunicaban en nüshu. Su labor chocó con la Revolución Cultural de Mao, que se había propuesto borrar las herencias del pasado feudal. Shouyi fue deportado a campos de trabajo, donde permaneció por dos décadas hasta 1979. “Quemaron todas mis investigaciones. Me tacharon de ‘derechista’ por lo que había hecho”, dijo en una entrevista en el China Daily en 2004.
Una vez fuera del campo, se unió a Zhebing en el redescubrimiento definitivo del nüshu en los ochenta, y juntos se propusieron encontrar la fuente primaria del estudio: las mujeres. Para entender realmente lo que había detrás de esos caracteres, había que apoyarse en ellas, recurrir al contenido de los textos y dejarse impregnar por la cultura del lugar. Esto es lo que hicieron prácticamente todos los eruditos que posteriormente se convirtieron en expertos en el género, chinos o no. Cathy Silber, profesora del Skidmore College de Nueva York, estudió con Yi Nianhua, de la aldea de Tongkou. Lo mismo hicieron la académica de la Universidad Tsinghua de Pekín Zhao Liming y la taiwanesa Fei-Wen, que establecieron una relación de ‘hermandad’ con algunas de las últimas herederas naturales.
A pesar de las diferencias, existe un consenso general sobre los elementos lingüísticos del nüshu. Las canciones no tienen título, no se usan signos de puntuación y las pausas se indican con un espacio. Constan de entre cinco y siete sílabas y oscilan entre 20 y 500 caracteres. Como en el hiragana japonés, cada carácter corresponde a una sílaba o sonido y no tiene significado semántico, a diferencia del chino, donde una sílaba puede representarse con varios caracteres. Por lo tanto, un solo ideograma nüshu se refiere a todas las palabras de sonido similar y el significado se define por el contexto.
El número real de caracteres varía según los estudios. En el momento de su descubrimiento, se creía que tenía unos 10.000, luego se fueron reduciendo. En 2003, Shuoyi publicó el primer diccionario en el que figuraban unos 1.800. Liming estableció que la cifra exacta era 396, debido a las repeticiones y transcripciones que sustituyen un carácter por otro o lo simplifican. A pesar de esto, el nüshu llega a representar hasta 1.500 palabras.
Aunque fonéticamente se asemeja a los dialectos de las aldeas de Jiangyong, el modo de escritura se inspira en el chino clásico, por lo que la hipótesis de su descendencia de los huesos oraculares de la dinastía Shang (siglos XVII-XI a.C.) carece de fundamento, ya que se remonta a 1.000 años antes de la unificación del sistema de escritura. Otras teorías afirman que se originó durante la dinastía Qing (1644-1911 d.C) o la dinastía Ming (1368-1644), basándose en el estilo caligráfico Kaishu. Aunque las mujeres no tenían acceso a la educación, eran testigos indirectos de la educación de sus hermanos y conocían la forma y el aspecto de los caracteres. De ahí pueden haberse inspirado para crear una escritura ordenada que se lee de derecha a izquierda y de arriba a abajo, como en el chino clásico.
Silber, que actualmente trabaja en un libro donde los escritos de Yi Nianhua servirán como hilo conductor para explicar cómo se entendían las mujeres en las diferentes expresiones del nüshu, detalla que heredaban la escritura de generación en generación. “Podían aprenderlo de una madre, de una hermana mayor, de una prima. Los pueblos tenían familias muy extendidas, por lo que una prima era considerada una hermana. Dependiendo de la posición genealógica en la familia, si un hermano mayor se casaba con una mujer, también se podía aprender de ella. El nüshu no está codificado, todo está en manos de las personas que lo utilizan porque no hay una autoridad oficial”, comenta.
En la actualidad, gran parte del material restante puede leerse en una antología editada por Liming y algunos de sus alumnos que contiene oraciones, quejas personales y cartas entre hermanas juradas. Una clasificación similar se encuentra también en el libro de Fei-Wen Gendered Words: Sentiment and Expression in Changing Rural China o en la colección de Idema Heroines of Jiangyong: Chinese Narrative Ballads in Women’s Script.
En la reescritura de los cuentos populares, aparece una versión nüshu del mito de Meng Jiangnu, que encarna la lealtad absoluta de la esposa confuciana a su marido. En el cuento, el hombre es reclutado para la construcción de la Gran Muralla, pero muere por exceso de trabajo. Cuando la mujer descubre lo sucedido, su llanto es tan fuerte que la parte de la barrera donde está enterrado se derrumba. Junto a las historias de devoción hay otras de absoluta desesperación, como la de una mujer obligada a casarse con un niño de tres años.
Una chica de 18 años, un niño de tres años. Le lavaba los pies y lo acostaba por la noche, pero fue despertada por sus gritos pidiendo que lo amamantara. “Pero yo soy tu esposa, no tu madre”.
La intervención institucional
El nüshu comenzó a desaparecer después de que se concediera a las mujeres el derecho a estudiar en 1907. La primera escuela primaria de Jiangyong llegó en 1912, aunque era exclusiva para familias ricas. Entonces, la Revolución Cultural asestó un duro golpe, marcando la transición entre las viejas y las nuevas generaciones. Ahora, en el condado, los carteles están en chino y nüshu y la escritura femenina se publicita en todas partes, pero los métodos de promoción del Gobierno han causado resentimiento entre los puristas.
El pueblo de Puwei —ahora Pumei, donde la palabra mei significa ‘hermoso’— se ha vuelto un lugar donde se busca convertir el nüshu en una atracción turística. Primero se abrió un museo, gracias a una inversión de unos 200.000 euros, y después el Gran Hotel Nüshu. Esta política ha inaugurado una fase de comercialización que aprovecha el patrimonio común para imprimirlo en fundas de móviles, pendientes o carteras. En la ciudad de Yongzhou se ha abierto incluso un restaurante de la cadena de comida rápida estadounidense KFC que se inspira en la tradición más importante de la zona.
“Los esfuerzos del departamento de propaganda han sido todos hacia el exterior, lo que significa transmitir y preservar el nüshu a personas que nunca podrán escribirlo o entenderlo. Están impidiendo cualquier tipo de protección entre aquellos que custodian su legado”, argumenta Silber. El deseo de convertir objetos como el Libro del tercer día en productos para vender ha llevado en algunos casos a inventar completamente los caracteres y a crear hostilidad entre los herederos. También hay quienes piensan lo contrario, como He Yan, un estudiante del condado: “En el pasado, el nüshu estaba muriendo. El turismo es una herramienta práctica para hacer revivir la cultura”.
La última mujer que aprendió nüshu por necesidad, según el estilo antiguo, murió en 2004. Se llamaba Yang Huanyi y tenía entre 95 y 98 años, según una necrológica en el New York Times. “Al escribir, gran parte de mi sufrimiento desaparece”, dijo en una entrevista en el Northwest Asian Weekly. En sus escritos, relata la pérdida de su marido por la mordedura de una serpiente y los problemas con su segundo cónyuge, que estaba endeudado.
Entre las adultas mayores aún con vida se encuentra He Yanxin, que a diferencia de Huanyi tuvo acceso al estudio del chino y, por tanto, no cabe en la categoría de heredero natural. Además de contribuir a la redacción del diccionario nüshu, fue hermana jurada de Fei-Wen e intercambió cartas con Liming. Pero hablar de la escritura le trae recuerdos de una vida dura e infeliz. Su marido se volvió violento con ella tras un diagnóstico de cáncer y, tras su muerte, la mujer decidió volver a su pueblo natal. “No tiene sentido escribir estos caracteres; hacerlo me agita y me entristece”, dijo a Falcini, que la conoció durante uno de sus viajes.
Para ser llamada heredera de nueva generación se recibe una placa directamente del Gobierno central. Los funcionarios van a las aldeas para someter a los candidatos a una prueba en la que se les exige que sean capaces de escribir 300 caracteres en nüshu, recitar tres pasajes del Libro del tercer día, o algo que se escribía en el pasado, y tener habilidades en caligrafía y costura, según Fei-Wen. Recientemente, se ha introducido una solicitud en línea en la que se puede resumir la hoja de vida y las actividades relevantes para el puesto.
“El nüshu no está codificado, todo está en manos de las personas que lo utilizan porque no hay una autoridad oficial”
Cathy Silber
Por su experiencia sobre el terreno, Falcini ha comprobado que no siempre se recompensa a las mejores. Los funcionarios no están familiarizados con el nüshu y la concesión de la placa depende fundamentalmente de las relaciones con los altos cargos. Hu Yanyu, una de las herederas más prolíficas de Puwei, aún no ha sido reconocida con la distinción porque no ha tenido la oportunidad de presentarse al examen. Cuando tuvo chance, coincidió con que el Gobierno local la había enviado a Pekín como representante de esta escritura.
Yanyu, sin embargo, tiene obras expuestas en la Universidad de Wuhan, caligrafías conservadas en la Unesco y enseña activamente no solo en el museo, sino también en jardines de infancia y escuelas primarias. En el segundo escenario, por poco tiempo. “Antes había mucha demanda, pero con el tiempo ya no da clases porque la carga de estudio es enorme y los padres consideran que no es correcto aumentar la presión y creen que es mejor usar ese tiempo en cosas más útiles. Ahora [en los últimos años] ha dado clases en el jardín de infancia y en la escuela primaria de un pueblo, solo en el primer grado. Según ella, es mejor que nada, sigue siendo algo”, relata Falcini.
Esto no quiere decir que el nüshu no pueda usarse en su función principal, es decir, como momento de reunión y desahogo de las penas de la vida cotidiana. Liming cuenta que conoció a una psicoterapeuta australiana que aplica estos conceptos en sus sesiones con excelentes resultados. Lo único que recuerda es su nombre en chino, Wang Kailan, pero el ejemplo demuestra que esto trasciende fronteras: “Comprendía las funciones vitales: tener confianza en uno mismo, desahogar los sentimientos y la comunicación en grupo, aspectos fundamentales que las personas necesitan. Y pueden usarse para tratar enfermedades mentales. Kailan se dio cuenta de que el nüshu pertenece a toda la humanidad”.
Desde 2006, el nüshu figura en la lista de patrimonios inmateriales de China y se estudia proponerlo a la Unesco. Pero un país tan extenso puede tener otras prioridades y la falta de documentación y registros históricos fiables dificulta el objetivo. Mientras tanto, la escritura ha traspasado fronteras: el ganador del Oscar Tan Dun compuso una sinfonía de 13 movimientos y el artista Alessandro Cardinale realizó una exposición en la Bienal de Arte Contemporáneo China-Italia de Pekín, en 2012. El trabajo del fotógrafo Li Weina con Yanxin y un grupo musical de Lecce llamado como la escritura también aparecen en el listado.
A día de hoy, el nüshu sigue siendo prácticamente desconocido para los hombres. “Nunca les ha gustado y creo que la razón por la que ahora se interesan es simplemente por curiosidad”, afirma Yanyu. Pero no deja de ser un fenómeno que permite entender la cultura femenina de China, “especialmente la de las zonas rurales”, dice Yan. Las mujeres de Jiangyong ya no viven en una sociedad que las obliga a vendarse los pies y a obedecer en silencio a las autoridades masculinas. Sin embargo, la urgencia del matrimonio se mantiene y las obliga a renunciar a sus aspiraciones por las presiones familiares y sociales.