Kotisatama, en Helsinki, es una covivienda para personas mayores autogestionada por una comunidad de septuagenarios cuyo objetivo es mantenerse lo más activos posible
Helsinki | 18 de abril de 2023
Hasta hace 15 años, el barrio de Kalasatama, a unos 20 minutos en metro de la catedral de Helsinki (Finlandia), era una zona industrial contaminada con un pequeño puerto mercantil. En poco tiempo, un gigantesco proyecto urbanístico ha poblado esta zona de rascacielos y espacios culturales y artísticos. Justo enfrente del centro comercial Redi, un referente local por sus áreas de coworking gratuitas, se alza un edificio de nueve plantas dedicado íntegramente a un proyecto de covivienda para personas mayores.
Marjut Helminen tiene 75 años y durante la mayor parte de su vida ha trabajado como periodista colaboradora para varias revistas. La mujer fue una de las primeras que concibió la idea de Kotisatama, un centro autogestionado íntegramente por mayores con el objetivo de mantenerse independientes para disfrutar de la vida el mayor tiempo posible. “Algunas personas se dieron cuenta de que sus padres, especialmente las madres, se sentían solas en la última parte de su vida. Así que pensaron en una forma diferente de vivir y compartir tiempo juntos sin ser una carga para sus hijos y familias”, relata.
Junto a ella, desde el primer momento, ha estado Leena Vahtera, de 76 años, antigua agente inmobiliaria y una de las personas de contacto de la Asociación de Mayores Activos, que fue creada con este mismo fin: “Empezamos unos años antes de que comenzaran las obras. Nos reuníamos todos los meses para averiguar qué tipo de estructura queríamos”.
Kotisatama está situada en terrenos del municipio de Helsinki con precios más baratos que los privados gracias a una normativa municipal que los ha bloqueado durante 34 años. El propietario de la residencia es una empresa inmobiliaria, Asunto Oy Helsingin Kotisatama, donde la mayoría de los miembros de la comunidad son accionistas.
La construcción finalizó en 2015, pero tres años antes Helminen y Vahtera ya estaban al frente de las conversaciones con los arquitectos para debatir sobre la subdivisión de los espacios, los materiales y otros detalles, como la distribución de las plantas y el tamaño de los pisos. De este diálogo surgieron 63 viviendas de entre 33,5 y 77,5 metros cuadrados totalmente equipadas y habitadas ahora por 80 personas con una media de 70 años. La edad mínima para inscribirse está fijada en 48, porque se cree que en ese punto los adultos ya están solos en casa sin hijos. Helminen piensa que el estilo de vida comunitario es mejor para los jubilados.
Seija Sihvonen tiene 70 años y vive en Kotisatama desde hace casi dos. Mientras espera a que una de las máquinas de la gigantesca lavandería termine su trabajo, se entretiene leyendo un libro de la biblioteca situada al lado. “Tenemos dos bibliotecarios que controlan que no haya basura en nuestras estanterías. Debemos mantener el nivel alto”, se ríe Helminen, que está a punto de publicar su tercer libro. Al salón literario se accede por una pequeña escalera desde la zona común de la planta baja, que se usa como comedor, sala de fiestas, cine club o hasta sala de conciertos cuando es necesario.
“Algunos se dieron cuenta de que sus padres se sentían solos, se pensó en una forma diferente de vivir y compartir tiempo juntos”
Marjut Helminen, habitante de Kotisatama
A pocos pasos más adelante se accede a una sala con espacios que pueden dividirse mediante un tabique corredizo. A la derecha, se encuentran algunos instrumentos musicales que fueron donados por el Ayuntamiento de Helsinki como parte de un proyecto llamado Rock Hub. “Yo quería ser bajista, pero mis dedos dijeron que no”, bromea Helminen.
Al lado se halla el rincón de costura, con algunas máquinas donadas por los residentes y una mesa de madera para trabajos de artesanía. En la novena planta, un jardín botánico domina la vista del barrio, con una puerta que se asoma a una enorme terraza para las fiestas de verano. Además, se encuentra un gimnasio bien equipado y flanqueado a ambos lados por los clásicos saunas, que los residentes de Kotisatama frecuentan al menos una vez a la semana.
Un sistema democrático abierto
“Me gusta bailar. He leído que bailar es muy útil para las personas mayores, para la mente y para la coordinación”, afirma Sihvonen. No es la única actividad que sigue: hay muchas otras que se pueden consultar en la pizarra interactiva de la entrada, al igual que en los móviles y ordenadores de cada residente. En la lista se informan sobre clases de yoga, fotografía, escritura creativa, bolos o clubes de lectura, pero también acerca de los horarios de autobuses y metros, el parte meteorológico y el menú del día. “Salmón, patatas, ensalada, salsa de arándanos, sopa de guisantes, café, té. Hay alguien que cumple años así que ofrecerá tarta de arroz a todo el mundo”, comenta Helminen mientras lee la pizarra.
El mérito de esta organización recae en la división de los residentes en seis grupos, que se reúnen cada seis semanas para asignar tareas, principalmente de preparación de alimentos y aseo. Ambas cuestiones se toman muy en serio: antes de instalarse en el edificio, los habitantes siguen una formación en limpieza de tres días y las cocinas están tan relucientes y ordenadas que hasta los encargados del catering se asombran. “Están tan limpias y bonitas que parece que las hayan estrenado el día anterior”, sostiene Helminen, justo cuando una señora baja a recoger los productos elegidos para el menú de la semana. Solo se subcontrata personal para las tareas más arriesgadas, como la limpieza de escaleras. Por lo demás, los grupos actúan con plena autonomía, sin obligar a nadie a unirse.
Helminen lo define como un “sistema democrático abierto” donde la gente siente que “sus palabras significan algo y se tienen en cuenta”. Cada dos meses, los seis grupos llevan sus propuestas ante todos los habitantes de Kotisatama en asambleas generales. En la mesa de la librería, los voluntarios pueden inscribirse para ayudar a preparar actos u ofrecer su apoyo. Aquí es donde una organización registrada toma el relevo para gestionar las actividades y suplir las posibles carencias. Pero también puede decidir abrir sus puertas a todo el vecindario, como hizo con el mercadillo de Navidad o con los conciertos barrocos organizados en la sala o —en verano— en el jardín detrás del edificio. “A veces me siento como si estuviera trabajando”, bromea Vahtera, una de las más activas en este sentido.
La relación con el barrio es excelente, al igual que con el mundo exterior. Son frecuentes las visitas a museos, las tertulias de cine o teatro y existe un alto grado de participación en los numerosos viajes hechos en Finlandia o al extranjero, como los realizados a Grecia, Francia, Estonia o Suecia.
Solo se subcontrata personal para las tareas más arriesgadas, como la limpieza de escaleras
Sin embargo, no todo ha sido tan sencillo, sobre todo al inicio. “Éramos como piedras en un río, rodando y chocando unas contra otras”, cuenta Helminen. La mayor disputa en los casi ocho años de historia de la residencia fue por las plazas de aparcamiento que no estaban al alcance de todos. Un problema resuelto una vez más mediante el diálogo, que estableció un principio de rotación: todos tienen derecho a un lugar de estacionamiento en el garaje durante dos años y luego pasan a la lista de espera.
Con el tiempo las normas se han ido afinando, pero los debates sobre muchos temas no amainan, como en cualquier democracia. “Tenemos normas básicas, como no introducir temas políticos o religiosos, no discriminar a nadie por sus creencias. No queremos que nadie diga ‘no debes creer en Dios’ ni nada parecido. Eso está prohibido”, afirma Helminen.
Kotisatama es para siempre
“Me gustaría quedarme aquí para siempre. Ahora estoy bien, pero quién sabe qué pasará dentro de 10 años”, reflexiona Sihvonen. Desde que se inauguró el centro, dos personas han perdido su autonomía debido al párkinson y a un derrame cerebral. Otros se han marchado inesperadamente, como el caso de una residente que estaba preparando el menú del día y se fue sola al hospital porque dijo que no se encontraba bien.
“Este es nuestro objetivo, en sentido positivo. No queremos estar paralizados o sin memoria durante varios meses, queremos irnos así. Queremos caer como árboles en un bosque. Esa sería la mejor forma de hacerlo”, destaca Helminen. Y la de Kotisatama es quizá la receta adecuada. Vahtera añade: “Nos basamos en tres elementos: buena comida, buen ejercicio y un buen entorno social. Esto ayuda a la gente a vivir una buena vida”.
Kotisatama se ha convertido en un modelo de covivienda para personas mayores en todo el mundo. Muchas personas han venido de América Latina, Japón, China, Taiwán y Corea para visitar las instalaciones e inspirarse en ellas. Gracias al éxito de este sistema se está construyendo un nuevo edificio en Verkkosaari, muy cerca de Kalatasama, que contará con 58 pisos. Más de la mitad ya están reservados, pero el proceso se ha ralentizado debido a la pandemia del covid-19 y al aumento de precios de los últimos meses. “Creo que la Asociación de Mayores Activos logró su objetivo. Estoy segura de ello”, asegura Vahtera. Mientras habla, por la ventana se vislumbra un grupo de niños de guardería que se divierten bajando en trineo por una montaña de nieve. “¿No es precioso?”, sentencia Helminen.