El candidato de Los Verdes busca un asiento en el Parlamento de Finlandia para luchar por las reivindicaciones del pueblo indígena más antiguo de Europa
Helsinki | 30 de marzo de 2023
“A los finlandeses les gusta oír que viven en el mejor país del mundo. No pueden ver sus propios defectos. El racismo sigue siendo un problema”. Janne Hirvasvuopio nació hace 33 años en Espoo, al noroeste de Helsinki, de madre finesa y padre sami, el pueblo indígena más antiguo de Europa. Es uno de los candidatos de Los Verdes a las elecciones parlamentarias del 2 de abril en la nación escandinava.
Su padre, Hirvas, era originario de Vuotso, una pequeña aldea del sur de Laponia, una tierra que los samis habitan desde hace 5.000 años, mucho antes de que existieran las fronteras nacionales. Por eso prefieren llamarla Sapmi, tierra de los samis, término que indica un vasto territorio que se extiende en el norte de Noruega, Suecia, Finlandia y Rusia.
Como muchos de los entre 50.000 y 100.000 descendientes de este pueblo, Hirvas emigró a Helsinki, la capital del país; de allí partió a Oriente Medio como miembro de las Fuerzas de Paz de las Naciones Unidas. Sin embargo, el hijo, llamado Hirvas-Lassi Aila Antero Janne en sami, se ha mantenido muy apegado al norte. “Es allí donde guardo los recuerdos más entrañables de mi infancia”, relata en una sala de reuniones del Parlamento de Finlandia.
En la actualidad, es un activista para los derechos sami y miembro de la comunidad LGTBI+ con diversas funciones políticas: es concejal del municipio de Espoo, asistente de la exministra de Medio Ambiente Emma Kari, jefe de varias comisiones de las instituciones sami y ahora uno de los candidatos de Los Verdes en las elecciones parlamentarias.
La carrera de Hirvasvuopio comenzó por las mismas razones que obligaron a su abuela a abandonar su hogar. Fue en la década de los sesenta cuando el Estado finlandés compró y expropió por la fuerza algunas casas de la zona de Vuotso para abrir paso a una presa acompañada de un gigantesco embalse donde residían pueblos sami. El territorio perdió parte de sus pastos de renos y su rica tradición de pesca del salmón, sus dos actividades principales, mientras que los habitantes fueron reubicados en páramos más pobres, cuenta.
La explotación de los recursos naturales de Laponia tiene una larga historia que comenzó con los buscadores de oro y continúa hasta nuestros días con la exploración minera y la deforestación. En 2019, Hirvasvuopio se unió a la campaña electoral de Riikka Karppinen, una joven política candidata a diputada por Laponia que se oponía firmemente a la minería en la ciénaga de Viiankiaapa, a 100 kilómetros al sur de Vuotso. Ella no lo consiguió, pero él mantuvo la lucha desde dentro del Parlamento de Finlandia, como asistente de Kari, logrando el objetivo de crear nuevas áreas protegidas a través de una ley de espacios naturales.
“A los finlandeses les gusta oír que viven en el mejor país del mundo, pero el racismo sigue siendo un problema”
Janne Hirvasvuopio, activista sami
Una de las actividades históricas de los samis está vinculada a esas tierras: la cría de renos y el pastoreo. Hirvasvuopio recuerda los veranos que pasaba de niño en Vuotso, cuando los pastores reunían a sus animales para marcarlos. La relación con la especie va más allá del mero sustento y es uno de los mitos fundacionales de su cultura. La grasa de reno se usaba en lugar de la mantequilla o la leche; de sus pieles salía la ropa, las viviendas tradicionales, denominadas kota, o las tiendas, llamadas lávvu; y de sus cuernos y huesos herramientas para la caza y el trabajo.
El activista vuelve a menudo al norte para visitar a sus primos y a su hermana, que se trasladó allí para vivir con un pastor de renos. En Finlandia los pastos son gestionados por entidades conocidas como paliskunta: hay 54 y cada una puede albergar hasta 200.000 ejemplares. Pero este tipo de trabajo, al igual que la pesca, resulta cada vez menos rentable y con el tiempo ha dado paso a oficios relacionados con el turismo. “Debido al desarrollo y la expansión del capitalismo de mercado hacia el norte, la gente tuvo que buscar trabajo en otra parte porque no había empleo suficiente para vivir en Sapmi”, afirma Hirvasvuopio. Esta es una de las causas que llevó a muchos samis, como su padre, a trasladarse al sur.
La importancia de la tierra
“La tierra es diferente cuando sabes que las raíces de los antepasados están allí”, describe Nils-Aslak Valkeapää en uno de sus poemas. Para la cultura sami, también es distinta la concepción de la propiedad. “Hay diferencias entre la propiedad en el sentido occidental, la privada, y en el sentido sami, es decir, el uso colectivo. Yo preferiría decir que es la tierra que usamos más que la tierra que poseemos”, explica Hirvasvuopio.
Durante siglos, los samis se desplazaron como nómadas por todo el norte siguiendo a los renos. Pero luego llegaron las fronteras y los impuestos de los distintos estados sobre sus tierras. Uno de los primeros ejemplos se remonta a 1277, cuando el rey Waldemar de Suecia gravó las relaciones económicas que los samis mantenían con comerciantes europeos.
A lo largo de la historia, cada país desplegó diferentes estrategias de asimilación. En 1751, el Codicilo Lapón permitió a los samis cruzar las fronteras entre Noruega y Suecia, pero con la condición de que eligieran su propia ciudadanía. En 1902, una ley noruega concedió la propiedad de la tierra solo a los que hablaban la lengua nacional, mientras que Suecia cedió derechos de caza y pesca a los que habían conservado su modo de vida tradicional.
El caso de su país, sin embargo, es diferente. Inari, un importante pueblo de la Laponia finlandesa, al norte del territorio, estuvo sujeto a impuestos por parte de Rusia, Suecia y Noruega hasta principios del siglo XIX. “Finlandia no aprobó ninguna ley real para asimilar al pueblo sami. Fue una asimilación más matizada. Y por eso es más difícil para los finlandeses entender que ellos también fueron colonizadores”, considera Hirvasvuopio.
“Fue una asimilación más matizada. Y por eso es más difícil para los finlandeses entender que ellos también fueron colonizadores”
Janne Hirvasvuopio, activista sami
La razón de esta tendencia, afirma, radica en la propia historia de Finlandia, durante siglos bajo el dominio de Suecia y Rusia, y cuya independencia no llegó hasta 1917: “Los finlandeses están acostumbrados a verse a sí mismos como víctimas, no como verdugos. Por eso no se dan cuenta de que sus acciones forman parte de un pasado colonial”.
Durante las tres últimas legislaturas se ha intentado conceder más poder a esta minoría sobre los asuntos que le afectan mediante una reforma de la Ley del Parlamento Sami, uno de los instrumentos que definen su relación con el Gobierno finlandés. Este tipo de instituciones también está presente en Suecia y Noruega, con funciones principalmente de lobby. La revisión de una de las cláusulas les daría más voz en asuntos como la tala de árboles o la construcción de parques eólicos, pero no significa que tengan poder de veto, apunta Hirvasvuopio. El Comité de Asuntos Constitucionales, que debía aprobar la medida, dio carpetazo al asunto en febrero con el fin de la legislatura.
Las principales razones de este retraso tienen que ver con las reticencias del Partido de Centro, una de las formaciones de la coalición de la primera ministra socialdemócrata Sanna Marin. “El Partido de Centro es bien conocido por sus políticas a favor de la deforestación, la tala de árboles y la industria de la celulosa, por ejemplo. Temen perder el apoyo de las industrias”, afirma el activista. Las elecciones serán clave para definir el rumbo del próximo Gobierno. Según Hirvasvuopio, un giro a la derecha podría empeorar las cosas.
Un nuevo fracaso en la reforma de la Ley del Parlamento Sami también podría complicar el trabajo de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación sobre el Pueblo Sami, una iniciativa para debatir los efectos de las políticas finlandesas sobre el colectivo. Está formada por representantes del Gobierno y del Consejo Sami, y una ONG con sede en Noruega que se ocupa de sus derechos y la promoción cultural.
Finlandia, a diferencia de Suecia y Noruega, lleva más de 30 años sin ratificar el Convenio sobre Pueblos Indígenas y Tribales de la ONU, que “reconoce el derecho de los pueblos indígenas a la libre determinación dentro de un Estado, estableciendo normas para los gobiernos nacionales en relación con sus derechos económicos, socioculturales y políticos, incluido el derecho a una base territorial”.
Durante los últimos cuatro años, Hirvasvuopio ha recibido periódicamente insultos e intimidaciones en las redes sociales. El día de San Valentín le llegó una postal que decía: “Ya he matado. Cállate”. Fue la primera amenaza de muerte que recibe. El debate sobre la Ley del Parlamento Sami terminó por empeorar la situación, con los miembros del Partido de Centro avivando la tensión. Uno de ellos, Mikko Kärnä, se ha hecho famoso por sus posturas abiertamente anti-sami, que en algunos casos rozan el racismo, como se aprecia en entradas de su blog Lapinleuku o en ciertas declaraciones.
“Las asambleas sami no pertenecen a nadie más que a los sami. Esto no ocurre hoy en día”
Iiris Suomela, diputado de Los Verdes
Kärnä ha llegado a calificar las instituciones sami de “abiertamente racistas y etnocéntricas”, criticando al diputado de Los Verdes Iiris Suomela, quien ha denunciado una supuesta infiltración de finlandeses en el Parlamento indígena. “Las asambleas sami no pertenecen a nadie más que a los sami. Esto no ocurre hoy en día. Según la ley actual, incluso las personas que no tienen ninguna relación viva con la lengua o la cultura pueden votar y presentarse a las elecciones”, dijo Suomela en la Cámara. La norma también cambiaría la definición de lo que se entiende por sami y quién puede ser considerado como tal. Entre los que han sido acusados de racismo también se encuentra Hirvasvuopio.
Una batalla continua
La tasa de suicidios y problemas de salud mental entre los samis es de las más altas del continente europeo. Un estudio sobre los pastores de renos en Suecia reportó cifras que oscilan entre 17,5 y 43,9 suicidios por cada 100.000 habitantes entre 1961 y 2017. Algunos de ellos citan el papel desempeñado por el etno-estrés, un concepto para explicar la ira acumulada durante mucho tiempo en los pueblos indígenas debido a la discriminación, el racismo, las violaciones de sus derechos ancestrales y la usurpación de sus tierras.
Hirvasvuopio extiende la idea a las expectativas que conlleva ser el único sami que trabaja en el Parlamento de Finlandia. “Siento mucha presión”, dice. Una carga alimentada por una pregunta que se hace a menudo: “¿Cómo se refleja mi ‘saminidad’ en la cultura finlandesa dominante?”.
Una de las herramientas que ayuda a definir su cultura es la lengua. Deriva del finoúgrio y comprende 11 dialectos, entre ellos el sami del norte, el más extendido, y el inari y el skolt. Los tres son reconocidos para todos los servicios gubernamentales en Finlandia gracias a la Ley de la Lengua Sami (1991), pero su difusión en el ámbito educativo es aún limitada, salvo un grado en la universidad de Oulu y algunos cursos en Helsinki, Rovaniemi y Sogsakk.
Los tres parlamentos sami también han adoptado una bandera única desde 1986. Los colores rojo, amarillo, verde y azul corresponden al traje tradicional, el gákti. Pero al mismo tiempo aluden a los elementos naturales: fuego, aire, tierra y agua. Los círculos simbolizan el sol y la luna. Se inspira en un poema mitológico que llama a los samis “hijos del sol”, pero también se refieren a ellos como “descendientes de los hijos del sol” en su himno nacional.
“El miedo está ahí y no es infundado. Pero si nos fijamos en lo que hemos conseguido siendo un pueblo tan pequeño, hemos logrado descolonizar gran parte de lo que ha hecho Finlandia. Estamos librando una batalla, pero no la estamos perdiendo”, opina Hirvasvuopio.
Los samis han sabido dejar de lado sus diferencias para salvaguardar su autonomía. Lo han demostrado con la Ley del Parlamento Sami, que seguirá siendo un tema clave en la próxima legislatura, o en Noruega, donde el primer ministro Jonas Gahr Støre se ha disculpado con los indígenas y ha abierto la posibilidad de un diálogo sobre el parque eólico de Fossen.
Esta perseverancia se resume en las palabras del himno del pueblo: “¡Siempre vigilantes, nunca doblegados ante los asaltantes asesinos, los mercaderes maliciosos o los astutos y engañosos cobradores de deudas! […] ¡Salve, cuna de la paz! Ninguna concesión a la guerra ni derramamiento de sangre fraternal. Pueblo sami, ¡pueblo de paz!”.
*En las elecciones del 2 de abril, Hirvasvuopio no resultó elegido. Los Verdes perdieron ocho escaños con respecto a 2019 y la derrota de Sanna Marin, que quedó tercera, allana el camino a un gobierno de derechas. La lucha de los samis se complica, pero Hirvasvuopio promete: “Seguiré luchando por nuestros derechos más que antes”.