Siro es el reflejo de muchas localidades que viven entre válvulas de extracción de petróleo y estaciones de gas que por años han provocado una grave polución asociada con enfermedades entre sus habitantes
Siro (Siria) | 11 de enero de 2023
La vida en la aldea de Siro huele a petróleo. Ubicada en la gobernación de Hasaka, en el noreste de Siria, la villa, de unas 200 casas, está inundada de válvulas de extracción de este oro negro que se inclinan en bucle hacia adelante y detrás produciendo un sonido siniestro. Muy cerca se encuentra la planta de gas de Suwaydiya, que fue atacada en noviembre pasado por un dron turco y que dejó sin electricidad a las poblaciones aledañas.
El día a día en este lugar resulta tóxico, tanto para sus habitantes como para los animales de los que dependen para sobrevivir en la humilde área. Siro es el reflejo de muchos pueblos y villas de Siria, sometidas a una gran polución asociada con cánceres, enfermedades respiratorias y la migración de su gente, algo que pocos se pueden permitir. El hambre preocupa más que la contaminación. El noreste de Siria abarca el 95% de las reservas de gas y petróleo de todo el país. El líquido negro, que es crucial para su economía, mata poco a poco a la población ante la escasa atención de las autoridades hacia las infraestructuras primitivas y dañadas por la guerra, según denuncian sus habitantes.
A pocos metros de una casa, un grupo de niños juega al fútbol junto a un pozo de extracción. Ajeno a la toxicidad de los múltiples charcos cercanos, un pato se da un chapuzón y sale con la cabeza y las patas negras. La escena es contemplada por el joven Abdi Ahmed, un jornalero de la aldea que resalta el tema de la contaminación. “Hay muchos casos de enfermedades en el pueblo. Mi tío tiene cáncer y ahora está en Damasco [la capital de Siria] porque no hay hospitales especializados en esta región”, asegura.
Los habitantes de Siro y de las aldeas cercanas se ven forzados a tratarse en esa ciudad ante la falta de centros de oncología. Esto puede conllevar dificultades: desde hace años, y como consecuencia de la guerra enquistada en el país, el noreste es controlado por las fuerzas kurdas, mientras que Damasco está bajo el Gobierno del presidente Bashar al Asad.
Fares Mohamed traslada con su moto a los habitantes de la aldea de un pueblo a otro para ganarse un dinero. Tiene 41 años y cuatro hijos. Este vecino, quien asegura que el tío de su esposa también murió de cáncer, destaca que otra de las consecuencias de la polución —y el olor insoportable— es el rechazo de muchos docentes para impartir clases en el colegio del pueblo. “Hay muchos profesores a los que destinan a Siro y les ofrecen alojamiento en la escuela. A la semana ya no son capaces de vivir aquí y piden el traslado. No lo soportan. Siempre nos preguntan cómo podemos vivir bajo este olor”, lamenta.
“Mi tío tiene cáncer y ahora está en Damasco porque no hay hospitales especializados en esta región”
Abdi Ahmed
Con semblante serio, Abdul Baqui, uno de los voluntarios que se encarga de recabar información sobre los problemas de salud, hace un recorrido por la villa con los forasteros mientras habla de los problemas que enfrentan desde hace años. “Hay muchos casos de cáncer. La mayoría del pueblo sufre enfermedades respiratorias. De cáncer hay unos 10 enfermos ahora, cuando antes apenas había”, sostiene. Y añade: “Hay un chico que se está tratando por leucemia, que está totalmente relacionada con la polución. Al final todos están lejos de aquí porque no tenemos hospitales especializados”.
Hace unos meses, Baqui entregó presencialmente una carta a las autoridades para que les ayudaran con el problema o les dieran alguna solución. “No se lo toman en serio. Cuando empezaron a aumentar la producción nos prometieron que nos iban a proporcionar leche y huevos, alimentos que dicen que ayudan a no enfermarse. Pero nunca cumplieron su promesa”, dice. En la aldea son pobres, no se pueden permitir esos productos, agrega. El voluntario señala al horizonte: “Mira, allí están fabricando más pozos. Estamos rodeados”.
Wim Zwijnenburg, miembro de la Organización Holandesa por la Paz (Pax), publicó un informe sobre la polución que provoca el petróleo en el noreste de Siria. El experto expone algunos de los aspectos que representan un grave riesgo para la salud de la población. Por ejemplo, la quema y la posterior contaminación del aire por hidrocarburos negros (CO2), metano, sulfuro, óxido nitroso o material particulado.
Además de las enfermedades respiratorias o cánceres que puedan tener relación con la polución, el experto ahonda en otro problema. “Es peligroso también por los alimentos. Esto afecta a los animales que comen y beben del suelo agua contaminada. También impacta en los lugareños que consumen esos cultivos”, argumenta. Al tratarse de regiones humildes, que los animales enfermen provoca que los locales tengan que gastar dinero en tratarlos o, en caso de que mueran, pierdan una parte importante de sus ingresos.
La guerra, un elemento clave
Uno de los mayores problemas ambientales en Siria lo provoca la industria petrolera, que fue severamente dañada por la guerra y la posterior falta de mantenimiento. El grupo terrorista Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) tuvo el control de vastos territorios en el país e Iraq, sobre todo a partir de 2013. Esto le permitió tener acceso a una gran cantidad de crudo con el que sacaba tajada para financiar su autodenominado califato. Por ello, uno de los objetivos de los bombardeos de la Coalición Internacional, liderada por Estados Unidos en su lucha contra ISIS, eran las refinerías y los pozos.
“Durante 7 años [entre 2012 y 2019], el uso generalizado de refinerías de petróleo improvisadas provocó la contaminación del aire y riesgos para la salud pública de las comunidades cercanas. Al mismo tiempo, la falta de lluvia y flujo de agua en el río Éufrates también empeora los problemas de salud ambiental”, asegura Zwijnenburg.
“Hay muchos casos de cáncer. La mayoría del pueblo sufre enfermedades respiratorias”
Abdul Baqui
La Administración Autónoma del Norte y Este de Siria (Aanes), más conocida como Rojava o el Kurdistán sirio, lleva lidiando con estos problemas desde su proclamación oficial en 2016. El experto de Pax destaca las dificultades, sobre todo de financiación, que golpean esta parte del noreste del país. “La Aanes no está reconocida internacionalmente. Por ello, hay pocas ayudas para enfrentar los problemas ambientales ocasionados por el conflicto como las refinerías de petróleo y oleoductos bombardeados y rotos, la infraestructura de agua dañada o la falta de recursos financieros. Además, no se dispone de medios para reparar, restaurar y poner en marcha una gestión adecuada”, explica.
Zwijnenburg considera que es difícil que se invierta dinero en este problema, ya que se emplean muchos recursos para mantener a las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF, en inglés), unas tropas kurdo-árabes encargadas de la seguridad en la región. “El dinero que recibe la Aanes de las ventas de crudo se gasta principalmente en el mantenimiento de las SDF, que se necesitan para enfrentarse a Turquía, al Gobierno sirio e ISIS. Mientras existan estas amenazas, no puede invertir en una reconstrucción socioeconómica seria”, detalla.
La falta de reconocimiento político también limita la financiación de la ayuda internacional de Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial para hacer frente a los esfuerzos de reconstrucción. Zwijnenburg resalta que parte de la red de tuberías de 1.000 kilómetros está obsoleta y necesita ser reemplazada en el territorio de Aanes. Asímismo, reivindica la necesidad de financiación para lidiar con el almacenamiento de petróleo, el procesamiento de aguas residuales y para buscar alternativas sostenibles de combustible.
Un éxodo por el petróleo
La polución no solo está provocando enfermedades respiratorias como asma, hipertensión o la aparición más frecuente de cánceres de pulmón o leucemia, algo que confirman doctores de la zona e investigaciones. También ocasiona el éxodo de personas con otras dolencias que se agudizan. Es el caso de Ali Jalil, un campesino de grandes manos, ojos azules y 39 años. Su mujer, Khatun Mohamed, lleva varios años con un cáncer en el riñón. “No sabemos si tiene algo que ver con la polución. Lo que sí nos ha confirmado el doctor es que no es posible que mi mujer viva en Siro al haber tanta contaminación. Lo único que hace es empeorar la enfermedad y nos hemos tenido que mudar”, afirma. Ali se ha trasladado con ella a Rmelan, una ciudad cercana, pero con menos problemas de polución.
El relato de Ali lo corrobora desde su consulta en Rmlan el Doctor Ahmed Soleiman, especialista en enfermedades internas. “Los médicos de aquí podemos corroborar que hay un aumento considerable en los últimos años de cánceres de pulmón o de sangre, que están totalmente relacionados con la polución. Otros cánceres, aunque no sean esos, también tienen algo que ver con el problema del aire en muchos casos”, explica. El médico relata que la gente con otro tipo de enfermedades sufre más porque la polución empeora sus síntomas. Además del cáncer, tiene conocimiento de muchos problemas respiratorios: “Tenemos varios casos de asma severa en la región”.
“El uso de refinerías improvisadas provocó la contaminación del aire y riesgos para la salud pública de las comunidades cercanas”
Wim Zwijnenberg, miembro de la Organización Holandesa por la Paz
Zwijnenburg explica que en términos médicos es más sencillo vincular enfermedades respiratorias a la contaminación que a los cánceres, ya que en ese caso hay que mirarlos uno a uno. “Por ejemplo, el aumento del cáncer de riñón puede estar relacionado con la exposición a metales pesados de los derivados del petróleo, pero requeriría más investigación toxicológica”, apunta. Como es un área afectada por un conflicto, podría haber varias causas. Los vecinos se enfrentan al estrés o a la ausencia de agua potable y medicamentos. “Esto hace que sea muy complicado llegar a conclusiones en muchos casos”, puntualiza. Tanto el experto de Pax como el doctor Soleiman coinciden en que otro inconveniente es la falta de monitoreo y de datos más amplios que permitan una seria evaluación del problema.
El joven Rami Ali, de 17 años, carga materiales a un camión en uno de los carriles de la carretera principal de Siro. Relata que está contento porque su madre, Leila Alias, de 45 y con cáncer desde hace cuatro, vuelve en unos días tras tratarse en Damasco. “Lleva ya muchos meses en el hospital, pero mañana llegará, si Dios quiere. Tiene un cáncer en el pecho y tampoco puede estar aquí demasiado tiempo porque está débil y no conviene”, lamenta. Siro es toxicidad para los campesinos y una sentencia para los enfermos.
Lejos de una solución El noreste de Siria constituye una región convulsa y repleta de amenazas, por lo que una solución pasa a segundo plano. Las autoridades kurdas tienen que enfrentarse a las células durmientes de ISIS, a la presión de las fuerzas gubernamentales de Asad y a la intimidación turca, que busca impedir un control completamente kurdo a pocos kilómetros de su frontera. Zwijnenburg y los empleados de la estación de gas de Suwaydiya, una de las más grandes de la zona, coinciden en que la solución debe de ser práctica, además de política. La segunda parte es complicada. Las SDF tienen relación con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK, por sus siglas en turco), una organización considerada terrorista por Turquía, la Unión Europea y Estados Unidos. Esto dificulta las negociaciones de paz entre los turcos y la Aanes para la estabilidad y reconstrucción socioeconómica de la región. La parte práctica no es más sencilla que la política. La región, afirma Zwijnenburg, necesita a corto plazo inversiones para reparar las instalaciones petroleras, limpiar la contaminación existente y mejorar la regulación ambiental en la producción de petróleo. A medio plazo, cree que debe haber recursos en desarrollos económicos alternativos para alejarse de la explotación petrolera, teniendo en cuenta tanto los impactos ambientales como los climáticos. Las amenazas a su territorio y el no tener el reconocimiento internacional para su autogobierno hacen que este proceso sea inviable actualmente, opina. Además, el experto añade otro dilema: “La Aanes está luchando contra una creciente corrupción que socava su legitimidad. Eso está fomentado por una perspectiva ambiental degradante que hace que la gente quiera irse. Ahora estamos en una encrucijada en la región y es de interés de todos negociar una situación política en vez de militar para el beneficio del pueblo”.