Este pequeño lugar, también conocido como Pridnestrovie, es un territorio sin reconocimiento de la comunidad internacional situado entre Moldavia y Ucrania
Tiráspol (Moldavia) | 3 de mayo de 2022
A la sombra del conglomerado Sheriff, la mayor empresa de Transnistria, viven muchos negocios como el de Nicolae. Su pequeño supermercado, situado en un pueblo muy cercano a Tiráspol, la capital, conserva las apariencias soviéticas. En el exterior no tiene ningún cartel: únicamente se puede leer “supermercado” pintado en las paredes del edificio, sin ningún otro nombre, logo u oferta anunciada en la fachada. Cuando se entra se ve un mostrador y un panel de cristal. En este último no hay productos porque el local se encuentra sin electricidad. “Es algo temporal”, explica el tendero. La instalación eléctrica es vieja y no exenta de problemas.
Fuera de negocios familiares, existe poca competencia al gigante de Transnistria, que domina el mercado. Nicolae comenta: “Yo no puedo competir con él [Sheriff], porque le da tarjetas a los pensionistas, hay descuentos. Cuando viene un pensionado, compra al mismo precio que yo en [el valor] base”. No es el único motivo: apenas hay compañías extranjeras en este territorio colindante con Ucrania, que para la comunidad internacional forma parte de Moldavia.
En cambio, el supermercado del conglomerado Sheriff de la misma localidad tiene electricidad y recuerda a cualquiera de sus equivalentes occidentales, con estanterías llenas de conocidas marcas extranjeras y rusas. Este grupo de empresas posee además el monopolio de muchos negocios, como el de telecomunicaciones, gasolineras, destilerías y medios de comunicación, entre otros. Medios de investigación moldavos, como RISE Moldova, le acusaron de recibir de la Administración, en 2015, cerca de un tercio del presupuesto de este territorio sin reconocimiento.
El conglomerado Sheriff, propiedad de Viktor Gushan, un antiguo agente de la KGB, es un auténtico gigante de la economía de Transnistria. La compañía da trabajo de forma directa a unas 13.000 personas, el 17% de los ciudadanos con empleo de la región, según datos de 2012 de la empresa. Se fundó en la convulsa época post-soviética, en 1993, cuando Gushan, junto con el también exagente Ilia Kazmali, impulsó el negocio. Progresivamente, desde aquel año empezó a participar en diferentes sectores, como el energético, el de las telecomunicaciones o el bancario, entre muchos otros. A día de hoy, ha conseguido convertirse en una de las mayores fortunas del territorio, según algunos expertos.
Entre la URSS y Rusia
La estrella y nombre del Sheriff está muy presente en la vida de los habitantes de Transnistria. Recientemente la zona tuvo su momento de fama en los medios cuando el Real Madrid jugó contra el equipo de la capital, el Sheriff Tiraspol. También propiedad del mismo conglomerado de empresas, el conjunto futbolístico es la mejor publicidad del ‘país’, que recibió con alegría la clasificación a la Champions League por el ingreso extra del turismo y la publicidad para la región.
Este territorio, con 475.000 habitantes, según el último censo, es de mayoría rusoparlante, aunque viven mezclados rusos, ucranianos, moldavos y algunas otras minorías. Tiene mucha simbología comunista. Es conocido en el mundo del turismo como “el último pedazo de la Unión Soviética”. A pesar de la abundancia de mosaicos, hoces y martillos y estrellas rojas, cualquier parecido de su sistema con el comunista resulta una casualidad. Desde que se declaró la independencia, no reconocida por ningún país miembro de la ONU, ha transitado hacia un modelo económico capitalista. En ese sentido, ha seguido el mismo camino que muchos de los territorios que formaban parte de la Unión Soviética, cada uno con sus matices.
“Yo no puedo competir con el Sheriff, porque le da tarjetas a los pensionistas, hay descuentos”
Nicolae
La compañía Sheriff domina la mayoría de la economía local, en parte gracias a privilegios como el ser de las pocas empresas del territorio que pueden operar con moneda extranjera, como rublos rusos o dólares. Y además tiene vínculos con la clase política transnistria. La población lo sabe. Nicolae opina que muchos votaron por el actual presidente, Vadim Krasnoselsky: “El Sheriff está detrás de él, y su dinero también”. Aunque es su principal competencia, se expresa bien del conglomerado. “No hacen nada mal. Se vierte mucha suciedad sobre ella” asegura. Lo justifica añadiendo que “gracias al Sheriff” su combustible es más barato. “Además, ahora están repartiendo productos a los jubilados, paquetes de comida”, destaca.
Kolya es un pensionado de Tiráspol que se define abiertamente como comunista. A pesar de ello, también tiene buenas palabras para la empresa. “Ayuda a personas mayores y jubilados. No quiero decir nada malo. Dan trabajo”, considera. Dice que preferiría volver al modelo comunista “al 100%”. “En la época soviética recibía 100 rublos al mes, pero un rublo valía más que un dólar. En cambio ahora cobro 2000 rublos transnistrios [124 dólares] y vivo terriblemente” asevera.
La ayuda de Moscú
Del apoyo soviético al ruso. Sin el soporte de Moscú no podría subsistir el Gobierno de Tiráspol, aunque Rusia no lo reconoce tampoco como independiente. Dionis Cenusa, analista político del laboratorio de ideas Expert Group, cuenta que durante los últimos 30 años —el tiempo que lleva Pridnestrovie actuando como un Estado de facto— el régimen separatista ha invertido en la propagación de una identidad sociopolítica y geopolítica separada de la del territorio constitucional moldavo. Y añade: “Aparte de elogiar el pasado soviético, la identidad de Transnistria se basa en reafirmar la afinidad con Rusia”. Una afinidad que le ha permitido, por ejemplo, que la reciente subida del precio del gas en Moldavia no les afectara, en el contexto actual. El proveedor es Gazprom, un gigante del gas que cuenta con una participación mayoritaria del Estado ruso.
Aunque en más de una ocasión se ha manifestado la intención del Gobierno regional para unirse a Rusia, Moscú por ahora no ha mostrado ningún interés en añadir esta parte de Moldavia a su territorio. Esta simpatía se hace evidente en el uso de su idioma en los negocios, en la administración y en las calles, así como en el empleo de la bandera rusa como ‘cooficial’ del territorio.
En 2006, se votó en referéndum tanto la propia independencia del lugar como esa hipotética unión con la Federación Rusa. A pesar de que los resultados fueron favorables a la posible anexión (el 97% optó por unirse a Moscú), diferentes países y organizaciones lo tildaron de fraudulento y señalaron irregularidades. Entre estos destacan entidades como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la Unión Europea o naciones como Ucrania, Moldavia o Turquía. Manteniendo un estado de facto en países de lo que considera su zona de influencia, Rusia puede presionarlos para favorecer sus propios intereses.
Los expertos los llaman “conflictos congelados” qué pueden derivar en guerras o intervenciones militares. Se encuentran situaciones parecidas en Ucrania (Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk), Georgia (Abjasia y Osetia del Sur) y Azerbaiyán (Artsakh). Cenusa asevera que es “muy poco probable” que la región separatista vuelva a estar bajo el control de Moldavia: “Tal probabilidad requiere una posición fuerte y una imagen atractiva de las autoridades constitucionales, y también ceder desde el lado de Chisinau”.
Para garantizar la seguridad de la región, buena parte de los moldavos tiene la ciudadanía rusa, que en un hipotético conflicto daría la justificación a Moscú de estar protegiendo a sus civiles. Además, también hay presencia de tropas de paz rusas, aunque una parte de estas son habitantes locales con un pasaporte de ese país. A pesar de la simpatía con Moscú, las autoridades de la región han manifestado abiertamente su intención de mantenerse al margen de lo que el Kremlin llama “operación militar especial”.
La moneda y el pasaporte que no existen
Oficialmente, la moneda en curso es el rublo transnistrio, inspirado en la divisa homónima de la Unión Soviética y de la Federación Rusa. Sin embargo, a diferencia de estas, fuera de su territorio únicamente tienen valor para coleccionistas de numismática. En ningún puesto lo cambiarían por euros, dólares o cualquier otra que sí esté reconocida.
El pasaporte de Pridnestrovie funciona de la misma manera: solo es válido para entrar a unos pocos ‘países’, como Abjasia, Osetia del Sur y Artsakh. Los dos primeros son parte de Georgia a ojos de la comunidad internacional, mientras que el último es reconocido como parte de Azerbaiyán, aunque se encuentra habitado por armenios.
Mijail, un ciudadano de Tiráspol, explica que ellos tienen “dos de todo”. Relata que muchos transnistrios poseen “dos pasaportes, el moldavo y el transnistrio, dos sims [y teléfonos], el transnistrio y el moldavo, dos monedas, el lei moldavo y el rublo transnistrio...”.
"Aparte de elogiar el pasado soviético, la identidad de Transnistria se basa en reafirmar la afinidad con Rusia"
Dionis Cenusa, laboratorio de ideas Expert Group
La mayor parte de los habitantes de este pequeño territorio cuentan con pasaporte ruso, ucraniano o moldavo para poder subsanar algunas dificultades en el día a día. Estas tres son las principales etnias presentes: en total, suponen entre el 80 y el 90% de la población. En el último censo (2015) hubo un cambio: se añadió la posibilidad de autodefinirse como transnitrio, pero solo un 0,2% de los ciudadanos la eligieron, cerca de un millar.
La identidad transnistria no existía antes de la disolución de la URSS: surgió después del conflicto político tras la independencia moldava. Los rusos y ucranianos étnicos, mayoría en esta parte de Moldavia, temían que la nación se uniera a Rumanía. La guerra estalló por las tensiones entre Chisinau y los habitantes de Transnistria, y se prolongó entre 1990 y 1992 .
Nicolae, como muchos de los que vivieron la URSS en Moldavia, tiene buenos recuerdos de esa época. Explica que sirvió a la Unión Soviética en la frontera afgana. La define como “poderosa”. Lamenta el contexto actual. “Ahora son hermanos contra hermanos, unos contra otros. Con quienes serví, todavía me comunico con moldavos, rusos, ucranianos, bielorrusos. Pero nadie esperaba que alguien fuera a la guerra entre nosotros”.
A día de hoy, en edificios de Bender —la segunda ciudad de Transnistria— aún se pueden ver agujeros de bala de la llamada guerra de independencia contra las tropas moldavas, en 1992. Son los recuerdos de su pasado. Un momento que situó al territorio en un limbo sin reconocimiento. Como parte de Moldavia, rodeado por Ucrania y a la sombra de Rusia.
Nota: El presidente de Transnistria, Krasnoselsky, pidió el reconocimiento "pacífico" de la independencia de la región a través del diálogo el 6 de mayo de 2022. "El proceso debe ser exclusivamente democrático, sin hostilidades ni pérdidas", explicó en su cuenta oficial en Telegram, de acuerdo con la agencia Europa Press.