El país está entre los que tienen una mayor tasa de abandono escolar dentro de la UE, en medio de la lucha contra la covid
Roma | 12 de abril de 2021
La educación en Italia, en medio de la crisis sanitaria actual, preocupa no solo por el impacto en la salud mental, sino también por su pérdida de calidad. El escenario ya no era del todo positivo antes de la pandemia, y esta podría empeorar algunos problemas que ya eran graves. El país transalpino registra la quinta cifra más alta de abandono escolar de la Unión Europea (UE), después de España, Malta, Rumanía y Bulgaria: el 13,5% de los alumnos no continúa sus estudios, según datos de Eurostat —la oficina estadística de la UE— de 2019. El aumento de las hospitalizaciones en algunas áreas de neuropsiquiatría infantil, así como el desgaste de los profesores y de los menores en la gestión de la didáctica a distancia (Dad), son algunas de las primeras alarmas de una crisis que acaba de empezar, como se puede leer en la primera entrega de este reportaje.
Aún se desconoce cuántos estudiantes han dejado el colegio en el último año, aunque Save The Children estima que podría haber unas 34 mil deserciones de adolescentes en 2021. El 28% de los alumnos entrevistados por la organización declaró que, por lo menos, conoce a un compañero que ya no se presenta. “En vivo los chicos reaccionan y se consigue trabajar con ellos. En Dad estamos perdiendo a algunos”, sostiene Maria Grazia Nuzzo, profesora del centro escolar Margherita di Savoia de Roma. “Algunos han abandonado, también los inesperados”, confirma su colega Claudia De Rosa, que trabaja en el Instituto Augusto.
Las capacidades logísticas de los sistemas sanitarios de varias regiones y las diferentes medidas tomadas por los administradores locales han contribuido a evidenciar la brecha entre el norte rico de Italia y el sur pobre. Un estudiante de bachillerato de Regio de Calabria (en el sur del país) ha acudido a la escuela 35 días de los 97 de su calendario, mientras que uno de Florencia (centro), 75 de 106, según datos recopilados por Save The Children en ocho capitales de provincia desde septiembre de 2020 hasta febrero de este año.
La diferencia es más grande con los alumnos más pequeños. En Bari (sur) un niño ha ido a la guardería 48 días de 107, mientras que en Milán (norte) no ha faltado ninguno. Cuando los padres tienen que trabajar “los niños se quedan con los abuelos y la paradoja es que cerrando las guarderías y colegios se pone en riesgo el segmento de población más débil”, afirma Alessandro Paccagnini, fundador de la Red Nacional para la Escuela en Presencia.
Paccagnini vive en Mantua, Lombardía (norte). Es informático y esto no le impide estar en contra de la educación a distancia, que no la considera una buena alternativa para la educación. Tiene tres hijos: un niño en el último año de primaria, una niña en tercero de secundaria y un chico en segundo de bachillerato. “Mi hija hacía natación de alto rendimiento y en un año ha engordado 10 kilos. El más pequeño tiene dificultades en italiano. A esa edad uno aprende cosas que parecen tonterías, pero no lo son”, dice. Su protesta empezó como la de muchos padres: llevando a sus hijos frente a sus escuelas para que estudiaran al aire libre. Pero, con el anuncio en marzo pasado del primer ministro, Mario Draghi, que decidió cerrar de nuevo los colegios en varias zonas, se dio cuenta de que era necesario coordinar el creciente descontento que se gestaba en todo el país. En pocos días nació la Red Nacional para la Escuela Presencial, que el 22 de marzo llevó a cabo manifestaciones en 34 ciudades, desde Trieste (Friuli-Venecia Julia, en el noreste) hasta Roma.
"Los niños se quedan con los abuelos y la paradoja es que cerrando las guarderías y colegios se pone en riesgo el segmento de población más débil"
Alessandro Paccagnini
Desde el 6 de noviembre pasado, el Gobierno introdujo un sistema de tres colores —amarillo, naranja y rojo— para definir la dureza de las restricciones por zonas en función de factores como la tasa de infección y la ocupación en hospitales. Después de la pausa de Semana Santa, la educación en zonas rojas ha vuelto a ser presencial para los estudiantes hasta primero de secundaria, pero esto no satisface a Paccagnini: “Queremos que las escuelas abran al 100% y seguiremos protestando porque para nosotros es inaceptable”. Su convicción es que el ambiente escolar representa algo más que un simple espacio para aprender, es también el principal lugar de socialización para niños y adolescentes, que tampoco pueden encontrarse en gimnasios, cines y teatros todavía cerrados. “Me hace gracia cuando hablan de jóvenes que van a emborracharse en los bares: son los únicos sitios que han quedado [abiertos]”, advierte.
Gaia, una estudiante romana de 12 años, describe: “Cuando no voy al colegio siento mucha ansiedad. Antes salía con mis amigas, iba a pasear o de compras. Ahora estoy siempre con el teléfono, veo la tele, juego videojuegos. Antes no era tan perezosa, era activa y llena de energía”. A su corta edad todavía le queda mucho para entrar en el mundo laboral, pero hay también quienes deciden no estudiar ni trabajar, y ahí Italia tiene los peores indicadores de la UE: el 22,2% de los jóvenes entre 14 y 22 años está en esa situación.
Seguridad o necesidad
La pregunta que todos los interesados en educación se han hecho es: “¿Los colegios son un lugar seguro o no?”. La posición del Gobierno está clara: “Las evidencias científicas muestran que las escuelas son un punto de transmisión muy limitado [si se siguen las restricciones]. Cuanto más aumenta la actividad escolar más incrementa la posibilidad de contagio”, aseguró Draghi a finales de marzo. Con “actividad escolar” se incluye también el movimiento en los medios de transporte, pero la falta de datos actualizados y precisos sobre el contagio en los institutos alimenta la polarización sobre el tema.
En los últimos meses se han publicado y compartido varios estudios. Uno, conducido por la epidemióloga Sara Gandini y publicado en Lancet Regional Health - Europe, descarta que exista “una correlación significativa entre difusión de contagios y clases presenciales”. Para Gandini, la subida de casos que se registró entre octubre y noviembre de 2020 no dependió del retorno a los colegios, ya que la tasa de positividad de los estudiantes con respecto a las pruebas PCR efectuadas fue de menos del 1%. Sin embargo, varios expertos han criticado la investigación por el método de análisis usado y por su escasa fiabilidad, porque se enfoca solo en los datos entre el 12 de septiembre y el 8 de noviembre, una fase aún precoz de la segunda ola que no permite evaluar el impacto de las nuevas cepas del virus.
Entre ellos está el médico Andrea Casadio, que además de acusar a Gandini —en un artículo publicado en el diario Domani— de ser administradora de una página de Facebook con posiciones contrarias a algunas restricciones, cita otros dos estudios de las revistas científicas Science y Nature Human Behaviour. Ambos consideran eficaz el cierre de los colegios y sostienen que los adolescentes entre los 10 y 19 años son los que mayor probabilidad tienen de esparcir el contagio en sus familias. El texto de Science apunta que esta medida reduce la incidencia y la mortalidad hasta un 60%.
“Hemos sufrido mucho esto y no hemos sido parte activa en este proceso”
Sofia
En enero, el investigador Stefano Merler, de la Fundación Bruno Kessler, presentó un modelo matemático para medir el impacto de la reapertura de las escuelas en el país con relación a las tasas de contagio del virus. Los resultados desvelan que en las zonas rojas y naranjas no parece haber tenido grandes consecuencias; en cambio, sí en las amarillas. Al mismo tiempo, Kessler subrayó la falta de datos oficiales certeros y fiables.
Una parte de la opinión pública ha emprendido una caza a los responsables del aumento de positivos. Varios periódicos han alimentado la polémica publicando fotos del barrio de Navigli, en Milán, o de las plazas de Bolonia y Nápoles llenas de jóvenes que disfrutan de su spritz (una bebida popular en el país), o conviven sin distanciamiento. Así, muchos se han sentido incluidos en el crisol de los “irresponsables”. “Se basan en un prejuicio”, cree Omayma, estudiante de 18 años de Turín (Piamonte, norte de Italia), que añade: “Hemos sufrido mucho esto y no hemos sido parte activa en este proceso”. Lo mismo remarca Sofia, alumna de 15 años de la capital italiana: “Se está echando la culpa solo a los jóvenes, pero hay responsables de todas las edades”.
“La sensación es que los menores se contagian sobre todo en los medios de transporte, en casa o estando en el exterior con sus compañeros”, comenta Maria Grazia Nuzzo, profesora de Italiano, Geografía e Historia en el Instituto Margherita di Savoia (Roma). En el período entre el 1 y el 17 de marzo, los positivos registrados entre los 0 y 19 años representaron el 16,8% del total de casos, de acuerdo con el Instituto Superior de Sanidad. Por otra parte, un estudio del Comité Técnico Científico, que recomienda al Gobierno las medidas que hay que tomar, sostiene que los casos entre los 0 y los 18 años superaron el número de contagios en personas mayores de 20 a finales de enero.
Para Paccagnini, de la Red Nacional para la Escuela Presencial, el cierre de los colegios es una decisión política “no dictada por reglas científicas”. “Por el miedo de meter mano a cualquiera intervención extraordinaria, por ejemplo en el transporte público, se ha preferido clausurar”, opina. Solo pocas regiones ofrecen datos sobre el contagio escolar como el Véneto, que informó que el 50% de los casos registrados entre enero y febrero se produjo por contactos extraescolares, es decir, fuera de las aulas. En Emilia-Romaña, la tasa de infección entre los 6 y 18 años superó los 350 casos por 100 mil habitantes a finales de febrero. Pero la incidencia registrada en ese territorio podría depender, en parte, del alto número de pruebas PCR efectuadas en los institutos, que permiten detectar más fácilmente a los asintomáticos. Cuando hay un positivo en clase, normalmente la autoridad sanitaria local se encarga de hacer pruebas al resto de los compañeros.
La polémica sobre la educación a distancia ha contribuido a polarizar la opinión pública hasta crear una batalla entre los que priorizan la salud y los que priman la educación. Sin embargo, en el sistema educativo italiano ambas están relacionadas: “La Dad no gusta a nadie, no nos gusta a nosotros los docentes y tampoco a los estudiantes. No nos gusta porque estamos cansados. Cuanto más vamos adelante, más perdemos las fuerzas porque todos nos cansamos”, concluye Nuzzo.
Nota: El primer ministro italiano, Mario Draghi, ha declarado que desde el 26 de abril habrá clases presenciales en todos los colegios de las zonas amarillas y naranjas.